El Emi, Qué Espectáculo
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-Contanos, ¿la viste?
-¡La vi!
-¿En serio? ¿Es muy alta?
-¡Es hermosa!
Nunca nos vamos a olvidar de cuando El Emi regresó de su primera experiencia en Francia.¡Nuestro amigo había visitado la Torre Eiffel! Nuestro orgullo era increíble. Para los amigos, para el pueblo, era todo un acontecimiento.
Éramos 12 amigos: Emi, Gino, Coli, Nico, Franco, Gustavo, Walter, Joaquín, Germán, Fabio, Quetan y yo. Suficiente como para armar un equipo de fútbol. El fútbol era nuestro todo. Nuestra salida, nuestra travesura, nuestro juguete.
Nos criamos en un pueblo muy chico, Progreso, en una zona rural de la Argentina. Una sola escuela, un solo club, diez cuadras, la ruta y el campo.
Nuestro grupo se llama Quespectáculo. Una versión abreviada de lo que siempre nos decía el padre de uno de los chicos: “¡Qué espectáculo!”.
Todo lo hicimos siempre juntos. El contacto con la gente, con la naturaleza, que te da el pueblo, no te lo da nadie.
De más chicos armábamos casas en una vía que había ahí, íbamos, las manteníamos, las cuidábamos, le metíamos troncos, lonas, sábanas…. Casitas que quizás no duraban mucho, pero nos divertíamos.
Todos los días eran iguales: cuando salíamos de la escuela, dejábamos la mochila, el guardapolvo, íbamos a una casa o algún campito ¡y a jugar! Más allá de algún deporte de moda, softbol, básquet, handball, que no pasaba de dos semanas, nada podía cambiar nuestro amor por el fútbol.
Con Emi jugamos juntos desde los 4 a los 14 años en San Martín, el club del pueblo.
Nos veíamos todos los días, íbamos al club, entrenábamos una hora y media, y salíamos y seguíamos jugando al fútbol. Y los sábados, igual, el partido duraba un tiempo, pero terminábamos y después jugábamos entre nosotros en la canchita de afuera. El fútbol era lo primero, lo segundo y lo tercero. Si éramos pocos se buscaba una variante: un reducido, o unas cabezas, pero siempre fútbol.
Íbamos siempre a la casa de Colito, que tenía un patio grande, y jugábamos a las cabezas con una pelota de goma, una pelota del hombre araña, que era imposible de controlar. Pateábamos y se iba para cualquier lado, y a la noche no se veía más, y jugábamos hasta las 8 o 9 de la noche, y terminábamos atajando por instinto, porque no se veía absolutamente nada.
En San Martín yo jugaba de marcador central. Admiraba a Roberto Ayala. Él era delantero. Su ídolo era Gabriel Batistuta. Cuando jugábamos juntos en los entrenamientos, el tema era muy tranquilo. Pero si por algún motivo teníamos que enfrentarnos, se ponía difícil. Había que darle alguna patada para poder pararlo.
Batistuta era su punto de referencia, pero no por características. Cuando era chico, él era muy flaquito, muy chiquito, rápido y de gambeta. Recién cuando él desarrolló y se fue, empezó a parecerse más, le cambió el físico e incluso cambió el juego. A medida que iba creciendo, más lo admiraba a Batistuta y más decía que era su referente.
Dentro de la cancha sí, te llamaba la atención, era la persona que marcaba la diferencia para nosotros. A los 15 años, Emi se subió al camión de su papá y se fue a una prueba en San Francisco, en Córdoba.
Ya había tenido una prueba en Colón de Santa Fe, a una hora de Progreso, pero no había quedado. Por mi parte la tuve bastante más fácil, porque mi hermano ya estaba jugando en Colón, y yo era alto para mi edad, entonces cuando tenés marcador central alto, empezás con ventaja. Pero un nueve de las características de Emi había más, era más difícil entrar.
Mientras yo estaba viviendo en una casa con mi hermano, Emi se mudó a la pensión de Proyecto Crecer.
Para él, estando en San Francisco, fue todo más difícil. Se le complicaba volver y se tuvo que hacer fuerte estando solo, como tantos chicos que van en busca de un sueño. Pero lo de él era más que un sueño, él tenía claro el objetivo.
‘Voy a ser futbolista’.
San Francisco, Proyecto Crecer, es filial del Bordeaux. Un par de años después había ido varias veces a Francia durante períodos de un mes a hacer períodos de adaptación. Para nosotros era una revolución. Imagínense. Nosotros ni salíamos de Santa Fe, y él iba a Europa. ¡A Europa!
Además, no había WhatsApp, los teléfonos no sacaban fotos. Estábamos todos expectantes de que nos contara. Volvía y nos contaba, de la Torre Eiffel, del Bordeaux, de los jugadores, de los entrenamientos. Le llamaba mucho la atención la forma de los entrenamientos, las canchas perfectas, las diferencias que había.
Para nosotros era una revolución. Imagínense. Nosotros ni salíamos de Santa Fe, y él iba a Europa. ¡A Europa!
- Martín Molteni
Personas de pueblo como nosotros, lo estábamos esperando para preguntarle por todas esas cosas. Y después, como a mí me gustaba mucho el fútbol, lo bombardeaba a preguntas hablando de cómo se jugaba, y él me contaba de táctica, de estilos, de los compañeros que tenía, grandotes y fuertes.
Algunos pueden pensar que su superpoder era jugar bien al fútbol. Hacer goles. Son los que no lo conocían.
Los que lo conocíamos -cuesta mucho escribir en pasado- sabíamos que lo que El Emi de verdad tenía era una fuerza de voluntad extraordinaria. Fuera de lo normal.
Les digo una en el Benfica, cuando fue a probarse, que esa me quedó grabada. Estuvo con Rui Costa, uno de los jugadores que mejor se entendió con Batistuta en toda su carrera. Y le dijo “Eres un muy buen jugador, tienes que seguir así”. Pero no quedó. Estuvo en España, en Mallorca, tampoco quedó. Y tuvo que volver a jugar en un pequeño club de la provincia, Guadalupe de San Jorge, donde hizo un montón de goles. Hubo momentos de su carrera en los que cualquiera hubiese flaqueado y dicho: “Me voy a mi casa, me pongo a estudiar, a trabajar”, pero él no, siguió para adelante.
Para algunos, cada rechazo es una cachetada. Pero en el caso de él, estoy seguro de que cada negativa era alimento para el orgullo y para ser más fuerte. No decía nada, nunca le vi caérsele una lágrima. Se debe haber enojado, haber rezongado, pero él iba a la próxima con más fe que la anterior.
Incluso irse al Bordeaux significó nuevamente ir a pelearla. El 8 de febrero de 2012 debutó, por la Copa de Francia contra el Lyon de Licha López. Entró en el primer tiempo extra, perdieron 3-1 y fue el único partido que jugó. Después, se fue para Orleans y ahí empezó la carrera profesional: Orleans, Niort, volvió a Bordeaux, hizo un gol en el primer partido con Monaco de penal, pero jugó poco y a los seis meses se fue a Caen, al que salvó del descenso con varios goles, uno al París Saint-Germain. Después lo compró el Nantes.
¿Ven que no fue nada fácil?
Cuando ya estaba jugando en Francia y volvía a Progreso en el verano, íbamos a un arroyo a dos kilómetros del pueblo a tomar algo. Y mientras nosotros estábamos ahí relajados, junto al agua, él venía corriendo y se ponía a hacer escalera, para seguir entrenando porque sabía que tenía que volver. Era un fanático de la preparación, estaba siempre entrenando, le gustaba bajar un poco y quedarse unos días tranquilo, pero después ya era más fuerte que él y quería retomar. Ahí se veía la diferencia entre él y nosotros, él quería hacer eso. Nosotros sólo queríamos descansar.
Francia es uno de los campeonatos más físicos de Europa. Quizás le mandábamos una foto del central del partido que venía. “Uy, no, este te rompe todo”, nos decía. Pero ojo, él ya estaba en eso y tampoco debe haber sido fácil para los centrales. Fue un cambio rotundo. En su casa se había puesto un gimnasio, para seguir trabajando.
En esas vacaciones, siempre jugamos el fútbol de Navidad el 24 y el fútbol de Año Nuevo el 31, en un campo que está en la entrada del pueblo. Los últimos años Emi no había podido ir, pero él, ya como profesional durante mucho tiempo, venía y jugaba ese partido. Para nosotros, estaba buenísimo, lo disfrutábamos un montón. Era una tradición, encontrarnos entre amigos y despedir el año haciendo lo que nos gustaba. Por ahí nos veíamos poco, y para él era una oportunidad de estar todos juntos otra vez, jugando a la pelota, como en los viejos tiempos.
En el 2017, cuatro de los chicos -Franco, Joaquín, Gino y Gustavo. fueron a visitarlo Francia. Yo no pude ir por cuestiones laborales. Dije “el año que viene voy yo”. No encontraba quién me acompañe, no había sacado los pasajes, y entonces le pregunté a mi viejo: “¿Me acompañás un mes a Europa?”. “Dale, sí, vamos, sacá los pasajes”.
Y así fue. La primera parada fue Nantes. Estuvimos una semana en la casa de Emi. Fantástico. Desde que llegamos, fuimos a ver un entrenamiento, se hace una barbacoa de fin de temporada en el medio de la cancha con dirigentes, jugadores. No nos querían dejar pasar. Veíamos que discutía con una trabajadora del club, que solo le permitía un ingreso. Nosotros éramos dos (mi viejo y yo). “Si no entran ellos, yo no voy”. No se podían permitir la fiesta sin el 9. Terminamos entrando, fue inolvidable.
Era la última semana antes de que se terminara el campeonato. Fuimos a la cancha el sábado, que ganaron 1-0, y después seguimos a Barcelona, mientras él volvió a Progreso.
Fue la primera vez que lo vivíamos en carne propia como futbolista profesional. Veíamos y vivíamos lo que él nos mandaba, pero todo ese crecimiento lo vivimos como algo virtual. Pero estando ahí, era real. La gente lo frenaba por la calle y le decía “quedate un año más”. Entonces, esas cosas también se vivían. La gente lo paraba a cada momento para decirle que se quedara. Nosotros no hablábamos francés y él nos explicaba.
Mucho no le gustaba eso de llamar la atención, pero no porque le molestara, sino que él era bastante introvertido y siempre quería mantener el perfil bajo, pero a nosotros nos fascinaba ver cómo lo reconocían y lo querían.
Por ahí las rutinas nuevas eran de alimentación, por ahí antes de jugar te decía: “No, yo antes de jugar me como un salmón”, que era lo que a él lo hacía sentir cómodo, pero después no, porque hicimos varias cosas, si bien era la última semana, y era un poco más distendido, íbamos al centro, fuimos a una playa que estaba cerca, también íbamos a dar unas vueltas a unos lagos, la verdad es que hicimos de todo, no nos privamos de nada por sus horarios ni nada.
Era fascinante verlo ahí por el cariño que le transmitía la gente, y también ver a ese chico que corría con nosotros los 24 y 31 de diciembre, codeándose con las figuras del fútbol mundial. Y recuerdo el entrenamiento en el que se baja del auto él y se baja del auto Ranieri, que era el entrenador. Y uno que veía a Ranieri, el técnico del Valencia, del Chelsea, el de la epopeya del Leicester, y me dije: “Mi amigo está ahí en el mismo vestuario con esta persona”.
Yo no sé si muchas veces el Emi se detuvo a pensar en lo que había logrado, es lo que les pasa a muchos jugadores. El fútbol te va llevando. Recién cuando se retiran quizás se dan cuenta de la velocidad y la magnitud de sus logros. Y aparte, una persona como él, con la ambición y los objetivos tan claros, se levantaba y pensaba qué iba a hacer ese día para seguir mejorando. Los próximos objetivos eran pegar el salto a una mejor Liga, ir a la Selección y mantener su nivel. Iba derecho a eso, era como los caballos, siempre para adelante.
Yo no sé si muchas veces el Emi se detuvo a pensar en lo que había logrado, es lo que les pasa a muchos jugadores. El fútbol te va llevando.
De la Selección hablábamos mucho. Siempre cuando salía una citación, jodíamos: “Eh, cómo va a llevar a este, mirá los goles que estás haciendo en Francia” y esas cosas, siempre jodíamos. Y él tenía ese objetivo, puede ser que se le hubiera dado este año, pero él también tenía en claro que era muy difícil, porque era una persona que no tenía mucha prensa, que era perfil bajo, y si bien hacía muchos goles, los competidores tenían un nivel muy alto. Y no puedo evitar pensar que por no haber estado en la Selección, el resto del país se perdió de vivir lo que nosotros vivimos como pueblo.
Hay un grupo del club San Martín en el que se avisaba si lo transmitían por la tele, los resultados, si hacía un gol, todo. El pueblo estaba expectante. Hubiera sido interesante tenerlo en la Premier League. Igualmente ya se empezaba a hablar de él, tanto que en noviembre, Emi era el segundo goleador argentino detrás de Messi.
Hubo una foto de Mbappé cuando lo fue a saludar, que recorrió todo el pueblo. También se viralizó una gráfica de SportsCenter que tenía a los goles de él, después Mbappé y después Messi, Suárez, Neymar.
Nosotros le preguntábamos por los rumores: estaban Sevilla, Lazio, algunos más. En un momento él nos contó que podía haber algo del Cardiff, y el viernes previo nos dijo que estaba todo cerrado, que había ido a ver el lugar, pero no se podía decir nada hasta que firmara el contrato. “Lo firmo mañana”. Y al día siguiente, el sábado, fue a firmar el contrato y así se confirmó todo.
No recuerdo de cómo fue ese viaje, no recuerdo que nos haya dicho nada sobre las condiciones de ese viaje, si fueron complicadas o no. Fue un viaje privado, porque me había mandado una foto de una avioneta. Y después se anunció la transferencia. Volvió a Francia a despedirse.
Seguro que quería ponerse a entrenar, el sábado jugaban con el Arsenal y él iba a querer estar. Lo cierto es que claramente debería haber habido alguien que dijera “Así en estas condiciones no se puede viajar”. No sé si el aeropuerto, o el piloto, o el intermediario que puso el avión. Esas cosas sobre el avión y el piloto, en ese momento no se conocían, pero cuando mirás el clima, y ese tipo de avión, claramente tendría que haber habido una orden que dijera que ese avión no podía viajar con el clima así. Cuántos casos vemos de estos? Raramente. Ese avión no podía viajar en esas condiciones, por qué entonces lo dejaron salir?
No lo veo a él diciendo: “No, en este avión yo no viajo”. ¿Quién lo hace?
Vos como futbolista, en la piel de Emi, Premier League, el gran sueño, llegás y hay un avión. ¿Pensarías “No me puedo subir a este avión”? ¿Lo pensarías? No, vos decís: “Yo estoy tranquilo porque sé que los que están atrás de esto, saben lo que hacen”.
Dos días antes, en nuestro pueblo estaba la fiesta del queso, que es una fiesta que tiene mucha notoriedad ahí. Y se anunciaba por los altoparlantes que el Emi iba a ser el pase más caro de la historia del Cardiff, que iba a jugar en la Premier, la gente aplaudiendo en la plaza. Y a los dos días, pasa esto. Y la plaza se transformó en todas lágrimas y gente que rezaba.
Yo estaba en mi departamento, durmiendo. A las siete menos cuarto me llama mi viejo y me dice: “Poné la tele que desapareció el avión del Emi.”
Esos días, desde el momento en el que me llama mi viejo para decirme lo que había pasado, todos esos días fueron … es muy difícil de describir, pero es como si te arrancaran una parte del cuerpo.
Es despertarte todas las mañanas pensando en algo, en realidad levantarte, porque no podías dormir, y cuando te dicen que se termina la búsqueda, sentís que se te viene el mundo abajo, porque no vas a tener novedades de tu amigo, es durísimo.
Después, el hecho de que se haya activado, con los aportes de la gente, te vuelve a reanimar un poco. Que se haya encontrado el cuerpo, y no vivir la incertidumbre de no saber dónde está… te da cierta tranquilidad, que no sé si es la palabra, porque esos días que pasamos, los que estamos pasando ahora, les aseguro que no se los deseo a nadie. Son cosas que no esperás nunca que pasen en tu vida, que le pasen a alguien que vos querés tanto. Es terrible.
Saber lo que pasó fue empezar otra etapa. Tuvimos una etapa de muchísimo dolor, que fue la de no saber, la de la búsqueda, la de la incertidumbre, la de buscar respuestas, y cuando sabés lo que sucede, algunos se permiten, otros no, empezar una nueva etapa, hacer un duelo, tenerlo presente, levantar su bandera.
El pueblo todavía está saliendo, cuando voy lo noto que todavía no es el mismo pueblo y quizás no lo vuelva a ser nunca.
Ahora, cuando voy, trato de que mi pensamiento sea positivo, siempre.
Si paso por la escuela, si paso por su casa, si paso por el club, por el mismo campo, por algunas de las casas donde nos juntábamos, siempre trato de acordarme de las cosas buenas y me pone mejor estar ahí, acordarme, charlar con los amigos de las anécdotas y las cosas lindas que vivíamos que ponerme mal. Es algo que adopté como posición y creo que es mejor acordarse de lo bueno que estar mal por lo malo. Por eso estoy compartiendo estos recuerdos como homenaje en nombre de todo el grupo.
Cuando estuvimos en la inauguración de su mural, hablábamos con los chicos de qué lindo y qué importante hubiera sido que lo viera. Siempre pensábamos en cosas así, en un mural, algún museo, o algo particular. A él no le hubiera gustado estar, claramente. “Saquen esto, tápenlo”, seguro nos habría dicho, de la vergüenza nomás.
El día que les habló a los chicos en el centenario del club, hubo un acto, y como máximo exponente del club, les dio unas palabras a los chicos, pero estaba bastante nervioso, la exposición no le gustaba para nada. Fueron palabras muy emotivas.
Les dijo algo sobre el sacrificio.
Sobre no bajar los brazos.
Había empezado no tanto a hablar de su historia, sino de lo que él esperaba que ellos hicieran, que mantuvieran la humildad, que persiguieran sus sueños, que siguieran intentando, que no se rindieran.
La atención y el silencio con los que los chicos los miraban -y no solamente ellos, también los grandes-, fue inolvidable. Al final, todos vinieron corriendo a sacarse fotos con Emi, el crack, el símbolo.
Para nosotros seguía siendo el amigo, el que nos contó de la Torre Eiffel, pero muchos, que ya lo veían más por la tele que de cerca, se le acercaban con una admiración tan grande que emocionaba.
Creo que a muchas personas del pueblo les quedaron grabadas esas palabras.
Ese día, sin saberlo, El Emi estaba transmitiendo su superpoder, que hoy es su legado. El de un nene de un pueblito que se propuso ser futbolista y fue de prueba en prueba, hasta que lo logró. Y no solamente lo logró, sino que en silencio se transformó en estrella.
Una estrella que hoy nos ilumina a todos.
No hay un solo día que El Emi no esté con nosotros. Vive en nosotros, en el pueblo, en el club, en estas calles, en nuestros recuerdos. Y en esas palabras.
Acá seguimos, Emi, desplegando tu legado.
Es muy difícil, pero no nos damos por vencidos.
Martín Molteni escribió este texto en nombre de todos los miembros de Quespectáculo, el grupo de amigos que mantienen vivo el legado de Emiliano Sala.