Una larga historia
Acontinuación, os voy a abrir las puertas a cierta información privilegiada. Todo el mundo sabe que los jugadores de fútbol tienen sus propios grupos de WhatsApp. Yo tengo uno para mis amigos de casa y otro para mis compañeros del Barça. Sin embargo, mucha gente se sorprendería al saber cuál es mi grupo de WhatsApp favorito. Durante esta misma temporada, cuando ya íbamos 8 o 9 puntos por encima del Real Madrid en liga, creé un grupo para algunos de los compañeros de la Selección Española que juegan en el Real Madrid y en el Barcelona.
Si solo leyerais lo que dicen los medios de comunicación, pensaríais que nos odiamos entre nosotros, pero en realidad nos llevamos bastante bien y nos enviamos mensajes sobre tácticas, filosofías de fútbol y hasta de los libros que nos leemos.
…
¡No, qué va, estoy de coña! Todo lo que hacemos en ese grupo es picarnos entre nosotros sobre cosas relacionadas con el Barça y con el Real Madrid.
Es lo mejor, somos como niños pequeños. Y la verdad es que en este momento, todo esto me resulta especialmente gracioso porque vamos 15 puntos por encima del Madrid en liga y me pongo bastante creativo en mis respuestas. La temporada pasada, cuando los chicos del Madrid lo estaban ganando todo, sentían que todo les salía a pedir de boca. Siempre estaban picándonos cuando nos veíamos en los entrenamientos de la Selección.
Cada vez que ganaban un partido la temporada pasada, publicaban fotos en Instagram de ellos mismos sin camiseta en el vestuario. ¿Os acordáis de eso?
Sonreían sacando músculo a lo The Rock diciendo siempre #HalaMadrid y poniendo emoticonos de trofeos. Sin embargo, en esta temporada se respira otro ambiente. En todas las fotos de Instagram salen siempre muy serios. “3 puntos más hoy, ¡hay que seguir trabajando duro!”.
Así que a veces les escribo en el grupo de WhatsApp: “Venga tíos, ¿por qué estáis tan serios?”.
Y pongo un emoticono llorando, o un emoticono riéndose.
Incluso le he puesto un nombre especial al grupo. Lo llamé ENHORABUENA.
Puedo bromear con ellos porque son mis colegas de la Selección. Es posible que odiemos los clubs en los que jugamos, pero luego todos jugamos para el mismo país y tenemos un mismo sueño, y eso es una cosa de la que me siento muy, muy orgulloso. Desde que era pequeño y vi a Luis Enrique sangrando sobre su camiseta en el Mundial del 94, mi sueño era jugar en la Selección.
Me siento muy orgulloso de lucir el escudo cada cuatro años en la Copa del Mundo. Es posible que la gente se sorprenda por esto. Si veis la televisión en Madrid, os contarán otra historia sobre mí completamente diferente. Dirán que soy un traidor, que quiero separar el país porque apoyo públicamente el derecho del pueblo catalán a votar en el referéndum de independencia.
Ni siquiera he comentado nunca qué es lo que votaría. No pretendo ser ningún político ni influir sobre la gente. Lo que yo piense es irrelevante. Solo soy una opinión más entre millones. Pero lo que sí creo es que los 7,5 millones de personas de Cataluña tienen el derecho a decidir sobre esa cuestión de manera pacífica. Es un tema muy complicado y exige pensarlo detenidamente y debatirlo. Para mí es una posición comprometida, porque el mejor momento de mi vida fue ganar el Mundial con España, pero por otro lado, ser catalán corre por mis venas. Es mi gente, mi patrimonio y mi tierra. Y cuando el 80% de los ciudadanos catalanes dicen que quieren tener derecho a votar, creo que se les debería oír. Si esa opinión hace que yo no le caiga bien a la gente de mi país, entonces lo aceptaré sin ningún problema.
Me hace gracia; me he dado cuenta de que hay gente en Estados Unidos que ha empezado a decirles a los jugadores de la NBA que se dediquen a “callarse y jugar a baloncesto” cuando expresan sus opiniones sobre problemas importantes de la sociedad.
¿Es increíble, no?
Aquí en España ocurre lo mismo. Te dicen: “Calla y juega a fútbol, que eso es lo único que sabes hacer”.
Lo siento, pero no me limitaré solamente a callar y jugar a fútbol. Eso no es todo lo que sé. Para los futbolistas hay muchas más cosas importantes de las que mucha gente cree y pienso que es importante que nos expresemos y que expresemos nuestras opiniones. Los futbolistas somos seres humanos y eso es algo que se le escapa a la sociedad influenciada por los medios de comunicación en la que vivimos hoy en día. Hay cosas que ocurren en nuestra vida de las que el público no tiene ni idea. Sí, se pueden buscar los resultados de los partidos en internet, o los rumores de traspaso, pero en internet no se puede buscar lo que siente una persona, sus motivaciones o incluso sus miedos.
Dejadme daros algunos de los ejemplos que han ocurrido en mi vida.
Vuelvo la vista atrás a estos últimos 10 años de mi carrera y he ganado el Mundial, la Champions League, la Liga, la Copa del Rey… Lo he ganado todo, tal y como me gusta recordarles a mis amigos del Madrid por WhatsApp. ?
Pero hace 10 años estaba en lo más bajo. De no haber sido por Sir Alex Ferguson, mi carrera profesional podría haber sido completamente diferente.
Llegué a Manchester cuando era un niño y me fui de allí hecho un hombre. Fue una época muy confusa para mí porque nunca antes había vivido fuera de casa. Durante mis primeros 17 años, crecí en la academia del Barcelona y era casi como jugar en un equipo de colegio o algo así. Conocía a todo el mundo y estaba cerca de mi familia. Para mí, el fútbol no era más que diversión. No entendía para nada que había una faceta relacionada con los negocios. Y cuando llegué al United, sinceramente, fue todo muy impactante.
En uno de mis primeros partidos en Old Trafford, estábamos en el vestuario preparándonos para el partido y yo estaba nerviosísimo. Imaginadlo. Tenía 18 años y estaba en el vestuario poniéndome las medias al lado de Ruud Van Nistelrooy, Ryan Giggs y Rio Ferdinand. En ese momento, quería ser invisible. Yo pensaba para mí mismo: “Dedícate a hacer tu trabajo y trata de pasar desapercibido”.
Estábamos ahí sentados, esperando a que el míster entrara y nos diera la charla, y mientras, yo estaba sentado literalmente al lado de Roy Keane. El vestuario era tan pequeño que nuestras piernas casi se tocaban. No había espacio en absoluto.
No se oía absolutamente nada. Y de repente, se empezó a oír una pequeña vibración. Muy bajito.
Bzzzzzz ……
………….. Bzzzzzzz.
Roy empezó a mirar alrededor del vestuario.
Bzzzzzzz …..
Oh, mierda.
Me di cuenta de que era culpa mía. Era mi teléfono móvil. Lo había dejado en vibración y estaba en el bolsillo de mi pantalón, metido en la bolsa de ropa que colgaba justo detrás de la cabeza de Roy.
Roy no podía localizar de dónde venía el sonido. Y se puso a dar vueltas como un loco por todo el vestuario. Sus ojos apuntando a cada rincón e intentando localizarlo. ¿Os acordáis de la famosa escena de Jack Nicholson en El Resplandor, cuando aparece de repente a través de la puerta? Eso es lo que parecía.
Empezó a gritarnos a todos: “¿De quién es ese teléfono?”.
Se hizo el silencio.
Lo preguntó otra vez.
De nuevo, todos seguían en silencio.
Y preguntó una tercera vez.
“¿De quién. Diablos. Es. Ese. Maldito. Teléfono?”.
Finalmente, decidí hablar, como si fuera un niño pequeño. Y muy bajito, le dije: “Lo siento, es mío”.
Roy puso su brazo alrededor mío, se rio y me dijo que no me preocupara.
…
¡No, venga, claro que estoy de coña! ¡Roy perdió los nervios y se le fue la cabeza en frente de todos! Fue increíble. Casi me cago encima. Pero fue una buena lección.
Ahora, en 2018, todo eso ha cambiado. La juventud de hoy está con sus iPhones antes de cada partido. ¿Pero en aquella época, en 2006? Era un mundo completamente distinto. No podías
hacer eso. Sobre todo no podías hacer eso en el United. No en el vestuario de Roy. Ese fue uno de los muchos errores que cometí cuando jugaba en el United.
No solo era complicado jugar a fútbol, sino también el idioma, la cultura y la soledad. La distancia fue lo peor. Estar lejos de tu familia con 17 años y estar rodeado de hombres adultos, de leyendas, de un entrenador como Sir Alex… fue una situación muy complicada. Cuando la gente se pregunta por qué los futbolistas jóvenes no tienen éxito en el extranjero, puedo asegurarte que normalmente no tiene que ver con sus cualidades futbolísticas. Siempre hay algo más que no se ve. Los dos primeros años que estuve en Inglaterra, había muchas noches que volvía a casa del entrenamiento y en Manchester se hace de noche a las 4 de la tarde, por lo que no podía evitar sentirme solo. Fue todo muy deprimente. Por supuesto, cuando mi madre me llamaba, mentía y decía: “¡Oh, va todo genial, mamá! Todo va de maravilla”.
“¿De quién. Diablos. Es. Ese. Maldito. Teléfono?”
Pero no iba genial para nada. Era una mierda. Quería irme y volver a España. En aquella época, recuerdo que mi padre me decía algo que para mí era importantísimo.
Yo me quejaba y le decía: “No sé, papá. El entrenador no confía en mí. Esos tíos son muy fuertes. Me siento fatal”.
A lo que él me decía: “Bueno, ¿sabes qué? Puede que hoy haya ido mal, pero mañana igual sale el Sol”.
No sé por qué, pero eso me hacía sentir mejor. Me animaba a seguir adelante. Y tuve mucha suerte, porque con lo ingenuo que era y lo verde que estaba, Sir Alex siempre fue estupendo conmigo desde el primer día. Los mejores entrenadores tienen la habilidad de parecer que siempre se preocupan por ti, incluso cuando no te sacan a jugar o son muy duros contigo. Sir Alex fue como un segundo padre para mí. Hizo que me la ganara, pero al final me dio la oportunidad.
En 2007, después de dos años en Inglaterra, me dijo que iba a jugar unos 25 partidos esa temporada. Todo empezaba a ir bien. Incluso conseguía jugar un poco de tiempo junto a Rio. Y después, en noviembre, fuimos a jugar a Bolton.
Mierda…
Todavía puedo ver el balón suspendido en el aire.
Era una jugada a balón parado. A mí me tocaba defender a Nicolas Anelka. El Bolton centró el balón en el área y yo pensé: “Voy a jugar agresivo”. Salté para despejar el balón de cabeza y fallé. Era como si se tratara de una pesadilla. El balón simplemente… siguió volando por el aire. Era ese balón amarillo y violeta de la Premier League. ¿Lo recordáis? Se fue por encima de mi cabeza como si fuese un globo.
Cuando llegué al suelo, me giré horrorizado. Anelka controló el balón y marcó fácilmente. Al final perdimos 1-0 y todo era por mi culpa. Cuando eres un defensa joven y cometes un fallo de ese tipo, el entrenador simplemente no puede volver a confiar en ti. Incluso si quiere confiar en ti, no puede hacerlo. Puedo decir que, justo en el momento en que Anelka controló el balón, perdí la confianza de Sir Alex y probablemente la de muchos de los aficionados del United.
Sir Alex me prometió 25 partidos esa temporada y al final solo acabé jugando 12. Fue una época muy complicada. Sentía que ese error podía significar el final de mi carrera futbolística. Y al final resultó ser el principio de ella, pero solo gracias a lo que Alex Ferguson hizo por mí. De cara al final de esa temporada, mi agente me dijo que el Barcelona estaba interesado en traerme de vuelta. A decir verdad, no lo podía creer. Mis palabras exactas a mi agente fueron: “Eso no tiene ningún sentido. No estoy jugando en el United, ¿por qué me quieren con ellos?”.
Y me dijo: “Bueno, te conocen. Creen en ti”.
Naturalmente, estaba muy emocionado. Quería volver a casa. Pero sabía que tendría que tener una conversación muy difícil con Sir Alex. No había ninguna cláusula de rescisión en mi contrato y el United podía ponerme el precio que quisiera, así que tenía que convencerle de que me dejara ir. Fue una de las conversaciones más duras que he tenido en toda mi vida, porque él se preocupó mucho por mí. Pero entré en su oficina y fui totalmente honesto con él. Le dije: “Escuche, siento que he perdido su confianza. Barcelona es mi hogar. Quiero volver allí, y espero que me deje ir”.
Tuvimos una conversación muy larga y decidió que fui sincero con él y que estaba de acuerdo en dejarme ir al final de la temporada.
Pero este no es el fin de nuestra historia. El fútbol puede llegar a ser un mundo muy complicado.
¿Adivináis contra quién nos tuvimos que enfrentar a finales de la temporada en las semifinales de la Champions? Evidentemente, contra el Barcelona. No tenía ninguna posibilidad real de jugar. Era el tercer defensa central del equipo. Pero justo antes del partido de ida en el Camp Nou, Nemanja Vidić se lesionó. De repente, tendría que dar un paso al frente y jugar en frente de 90.000 espectadores contra el equipo de mi infancia.
Sir Alex fue como un segundo padre para mí.
Estaba emocionado, nervioso, sorprendido… por la cabeza me pasaba de todo.
Antes del partido, estábamos echando la típica siesta de dos horas en el hotel y, por supuesto, yo no podía dormirme. De pronto, alguien tocó a la puerta y fui a mirar quién era…
No era la señora de la limpieza. Era Sir Alex.
Sabía que pasaba algo, porque nunca iba a ver a los jugadores antes de los partidos. Abrí la puerta y me dijo: “Gerard, siento informarte que no vas a poder jugar hoy. El trato ya está casi cerrado. Si te saco a jugar y tienes un mal partido, todo el mundo dirá que es porque te vas a Barcelona. Así que no puedo sacarte. Solo quería que supieras por qué”.
La verdad es que me dejó bastante hecho polvo. Aunque quisiera volver a casa, estaba preparado para darlo todo por el United y por Sir Alex en ese partido. Mi sueño era poder jugar un partido de Champions League en el Camp Nou. Me dolió muchísimo. Pero al fin y al cabo, Sir Alex tomó la decisión correcta. Todo salió bien para todos. Empatamos 0-0 en el Camp Nou y después eliminamos al Barça en Old Trafford. Pasamos a la final, ganamos la Champions League y la Premier League y pude volver a casa en buenas condiciones.
Gracias a Sir Alex, pude vivir una de las cosas más extrañas que pueden ocurrir en el fútbol. Irme de la mejor forma posible. En aquel momento no lo veía así, pero ese error contra el Bolton fue lo mejor que me pudo pasar en la vida. Finalmente, el Barcelona pagó 5 millones de euros por mí. Llegué como el cuarto defensa central del equipo. Nadie esperaba mucho de mí, pero gracias a la confianza de Pep Guardiola y a su mente privilegiada para el fútbol, a finales de temporada estaba jugando junto a Carles Puyol. Carles me ayudó mucho y fue una gran influencia para mí. Aprendí mucho de él y formamos una combinación que recalaría en la Selección Española.
Si me hubierais dicho cuando volví a Barcelona que en dos años estaría al lado de Carles Puyol levantando la Copa del Mundo, pensaría que os habríais vuelto completamente locos. Pero el fútbol es un negocio curioso y eso fue precisamente lo que ocurrió. Así de rápido es cómo todo cambió para mí. Y realmente, eso me hace pensar sobre el destino. ¿Hubiera ocurrido todo de esta manera si no hubiera llegado a cometer ese error frente al Bolton? ¿Hubiera ocurrido todo de esta manera si Sir Alex hubiera esperado a dejarme ir una temporada más para conseguir un traspaso mejor?
Hay tantas cosas que ocurren en la vida de un futbolista que la gente no ve. Por eso mismo estoy escribiendo esto, y por eso mismo tengo que contaros otra historia rápida… Porque, como ya he dicho antes, el fútbol es un mundo muy complejo. No es como en las películas. Cuando tenía 24 años, estaba en el mejor punto de mi carrera. Lo había ganado todo: la Liga, la Champions League, la Copa del Mundo. Estaba jugando bajo la tutela de un genio como entrenador, como lo es Pep Guardiola, que confió en mí desde el momento en que llegué. Estaba jugando en el club que he amado desde que era niño. Todo era perfecto.
Y entonces…
Tuve la peor temporada de mi carrera futbolística.
En 2012, parecía que todo se caía a pedazos. No sé por qué. Quizás había perdido el mismo miedo que me había permitido alcanzar ese nivel. Pero, por la razón que fuera, empecé a cuestionarme a mí mismo. La temporada seguía y Pep empezó a perder la fe en mí. Durante las primeras tres temporadas, tuvimos una relación magnífica. De hecho, todavía admiro a Pep como entrenador. Pero la verdad es que fue una época muy difícil. Él quería que sus jugadores estuvieran obsesionados con el fútbol 24 horas al día y, en ese momento de mi vida, no lo entendía. No estaba tan comprometido con esa filosofía. Pep simplemente no confió más en mí, y el momento crucial se presentó cuando decidió no sacarme a jugar contra el Real Madrid en un partido de liga. Para mí eso fue demoledor.
Empecé a pensar: ¿Esto ha sido todo? ¿Se ha acabado aquí el sueño de jugar en el Barça? ¿Así de rápido puede terminar?.
Entonces, en el partido de vuelta de la semifinal de la Champions contra el Chelsea, ocurrió algo bastante extraño. Otro giro del destino. Perdimos 1-0 en el partido de ida en Stamford Bridge y yo no jugué. Pep me sacó de titular en el partido de vuelta en el Camp Nou para intentar darle vuelta a la eliminatoria, pero, francamente, no os puedo decir nada sobre lo que ocurrió en el partido.
Al principio del partido, nuestro portero Víctor Valdés me golpeó accidentalmente al intentar despejar un balón. Me quedé completamente inconsciente. Cuando me levanté, conseguí quedarme en el partido y solo sé que corrí alrededor de 10 minutos, pero realmente no puedo recordar nada de lo que ocurrió. Al final, el médico se dio cuenta de que me estaba forzando, me sacaron del partido en camilla y me llevaron inmediatamente al hospital.
Me desperté al día siguiente y no podía recordar nada del partido. Ni siquiera podía recordar quién ganó. Lo veía todo envuelto como en una especie de niebla.
Resulta que el partido acabó 2-2 y nos eliminaron. Al cabo de unos pocos días, Pep anunció que se iba del Barça a final de temporada. Sentía como que una era llegaba a su fin y que quizás también era mi momento de decir adiós.
Esa temporada me hizo pensar mucho sobre mi trayectoria profesional y sobre mi vida. Era un toque de atención. Cuando el equipo estaba jugando por todo, Pep no confió más en mí. Luego cuando al final me metió, quedé noqueado. A veces pienso en lo que hubiera pasado si, al despertarme al día siguiente, hubiera descubierto que habíamos ganado contra el Chelsea. Estuve fuera con un traumatismo craneal durante semanas, de manera que no hubiera podido jugar la final. Puede que hubiéramos ganado la Champions League. Puede que Pep hubiera decidido quedarse en el Barça. Puede que nunca hubiera recuperado la fe en mí. Puede que estuviera jugando en algún otro sitio ahora mismo. En cambio, Tito Vilanova llegó como entrenador para la siguiente temporada y me dio una oportunidad para recuperar mi puesto.
Hay tantos momentos como este que ocurren durante una larga trayectoria profesional, que te hacen pensar sobre el destino, las oportunidades y cómo todo podría haber ocurrido de manera distinta. Pero eso no es lo que leemos en los titulares. En los titulares todo es mucho más simple. En la vida real, las cosas más interesantes suceden debajo de la superficie.
Por ejemplo, la gente a veces me pregunta qué es lo que se siente al jugar con Messi durante tantos años. Si lo tuviera que resumir en una frase, diría que es un extraterrestre.
Él no es de este planeta.
Es el único jugador que recuerdo haber visto jugar cuando teníamos 13 años y recuerdo pensar para mí mismo: “Este chaval viene de otro planeta, no es humano”.
Es un asesino. Es el mejor jugador que he visto en mi vida. Pero, mirad, no se trata solo de la forma en que ataca. La gente me pregunta: “¿Qué es la cosa más increíble que has visto hacer a Leo en el campo?”. Y todos esperan que les diga que lo mejor ha sido verle regatear a tres defensas. Y creedme, hay muchas historias de ese tipo.
Pero en mi opinión, después de haber jugado con él todos estos años, puedo decir que es de otro planeta por lo que hace cuando no tiene el balón. Es posible que no lo veáis en la televisión, pero yo puedo verlo en el campo. Tenéis que ver su cara al esprintar para recuperar el balón de algún defensa. Tiene una mirada que no he visto nunca en los ojos de ningún otro jugador. Eso es lo que le hace tan grande. A él no le interesa el espectáculo. Apenas hace bicicletas. Él está hecho de otra pasta. Su grandeza está en su obsesión por recuperar el balón.
Puede que eso no sea suficiente para hacer un buen titular. Pero cuando pienso en la verdadera magia de Messi, es algo que no puedes encontrar en ningún vídeo de YouTube. Se trata de esa expresión sutil en sus ojos. Me llevaría otras 5.000 palabras más explicar su grandeza. ¡Puede que en otro artículo!
Y esto me lleva otra vez al principio. Conforme me hago mayor y me preparo para el último Mundial de mi carrera deportiva, he estado pensando en el lugar que ocupo en este mundo. He pensado en cómo he llegado aquí y qué más quiero conseguir en mi vida.
Uno de mis objetivos es no callarme nunca.
Como deportistas profesionales, creo que deberíamos usar nuestra plataforma para conectar con la gente y dejarle entrar un poco más en nuestras vidas y en nuestra mente. Creo que, ahora, esta mentalidad es más necesaria que nunca.
Si veis la televisión en Madrid, los medios de comunicación os dirán que la gente de Barcelona está intentando fracturar el país.
Si veis la televisión en Barcelona, os dirán que en Madrid se está intentando oprimir a la gente.
Ahora todo el mundo es malo, y esto depende del lugar donde se vea la televisión.
Dicen que la Selección está dividida por las diferencias políticas. Y en verdad, casi nunca hablamos de política. De hecho, estoy demasiado ocupado diciéndoles a los jugadores del Madrid que tienen la liga perdida y ellos están demasiado ocupados hablándome de conspiraciones de árbitros.
Las dos partes estamos demasiado ocupadas picándonos y pasándolo bien. De eso se trata el fútbol.
He sido futbolista más de media vida. Ahora tengo 31 años. Antes solía decir que me retiraría a los 30. De verdad, ¿sabéis qué es lo que me motiva a seguir adelante? Son todas las experiencias que he tenido en los vestuarios. Es poder conocer a genios del fútbol como Messi, Puyol, Neymar e incluso Roy Keane (aunque casi acaba conmigo en aquella ocasión).
Al fin y al cabo, el fútbol es un gran viaje. Ganas. Pierdes. Haces el ridículo. Te equivocas. Ríes, lloras. Haces tonterías para pasar el rato. Hasta puede que tú y tus compañeros lleguéis a incendiar la moto del segundo entrenador (antes de comprarle una nueva, evidentemente… Dejo esta historia para otro día).
Con suerte, creces y te haces un hombre. En mi opinión, esto es lo que embellece al deporte. A fin de cuentas, es todo una larga historia.
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