Mi Camino Hacia El Bronx
¿Sabes cuál es el mejor sentimiento en el mundo?
El mejor sentimiento en el mundo es despertarte y recordar que eres un Yankee de Nueva York.
Cada mañana, en el día después que lanzo un buen partido y consigo una victoria para los Yankees en nuestro estadio y al frente de nuestros fanáticos, me despierto pensando en lo increíble que es el hecho que llegué a donde estoy ahora.
Mucha gente no lo sabe, pero yo casi no vengo a Nueva York. En realidad, estuve muy cerca de firmar con los Rockies de Colorado.
Hace cinco años, yo tenía 17 años de edad y estaba viviendo con mi familia en la República Dominicana. Teníamos muy poco dinero, así que la idea de firmar con un equipo en las grandes ligas estaba en mi cabeza todos los días.
Dejé mi casa para ir a entrenar en una academia de beisbol en Bávaro y estaba yendo a todas las pruebas con equipos que podía conseguir.
La primera oferta que me llegó fue de los Marlins.
Una persona del equipo me dijo, “Hey, nos gusta lo que puedes hacer. Tenemos un contrato y el dinero para ti aquí mismo. Son tuyos si los quieres. ¿Los quieres?”
No te puedo explicar cuanto quería decir que sí.
En mi cabeza pensaba, Sí, los quiero. Sí. Dámelos por favor. Ahora mismo.
Pero mi agente me dijo que tuviera paciencia. Que podría recibir más, que una oferta mejor llegaría pronto. Solo tenía que esperar un poco más.
Eso fue muy difícil. Pasaron semanas. Luego meses. Ser paciente fue tan difícil. No paraba de pensar en todo lo que hubiera podido comprar para mi familia con un bono de firma.
Siete meses después, cuando llegaron los Rockies con una oferta mucho mejor, se sintió como si hubieran pasado 10 años. No quería seguir esperando. Estaba listo. Iba a firmar con ellos. Todos en mi pueblo estaban orgullosos y emocionados. Algunos hasta compraron gorras de los Rockies.
Pero en ese momento, mientras estábamos finalizando el proceso del contrato, ocurrió algo inesperado.
Los Yankees de Nueva York llamaron y dijeron que querían hablar conmigo.
Desde que yo era pequeño creciendo en Sabana de la Mar, había dos cosas que yo amaba: el béisbol y los Yankees de Nueva York.
Cerca de nuestra casa había un campo pequeño, y mi papá y mi hermano siempre iban a jugar béisbol con gente del barrio. Yo siempre iba con ellos y veía esos juegos. Ya cuando tenía alrededor de seis años, me enfoqué en jugar y volverme bueno. Cuando no estaba en el campo, estaba viendo béisbol en TV, tratando de entender el deporte y aprender tanto como podía.
Yo amaba ver a los Yankees jugar en esa época. Ese uniforme tenía algo especial, las rayas, el logo, y… Nueva York. Y cuando iba al campo, a veces trataba de ser como los jugadores que veía en TV, o pretendía que estaba jugando en el estadio de los Yankees.
Empecé jugando en tercera base, si puedes creer eso, y como jardinero. Pero mi papá me empezó a enseñar las técnicas básicas de lanzar cuando no estaba entrenando. Cuando tenía 10 o 11 años, me sentó y me enseñó como lanzar una curva. Me explicó sobre el spin, la rotación, y donde poner mis dedos en la bola. Yo era muy joven y me tomó bastante para aprenderlo, pero sí me acuerdo lo emocionado que estaba ahí sentado aprendiendo un lanzamiento nuevo.
La otra cosa que mi papá hizo por mí fue comprarme mi primera gorra de los Yankees.
Nunca olvidaré ese día.
En ese entonces, ninguno de nosotros sabía nada sobre mi futuro. Mi papá solo sabía cuánto yo amaba a los Yankees, y que esa gorra me haría feliz.
La usaba para todos lados. Y me aseguré de mantenerla limpia.
Yo amaba esa gorra. De verdad que sí.
Para los jóvenes en la R.D., no hay excusas, hacemos lo que sea necesario para que nos firmen. No importa si tenemos que hacer 5 pruebas en una semana.
Mientras fui creciendo, seguí trabajando en mis lanzamientos, y seguí mejorando. Cuando tenía 15 años ya era bastante bueno, pero no lanzaba demasiado fuerte. Mi primera prueba con un equipo de las grandes ligas fue con los Bravos de Atlanta. Tenía 16 años, y lanzaba a 82 o 83. Después de eso, me fui a una academia de béisbol para poder entrenar mejor, aunque la realidad era que necesitaba lanzar más fuerte si quería que me firmaran, y todos a mi alrededor lo sabían.
Pero en realidad no tenía mucho tiempo. Dieciséis ya es una edad avanzada para ser un prospecto, y 17 y 18 estaban muy cerca. Así que seguí trabajando y traté de ir a todas las pruebas que pude. Para los jóvenes en la R.D., no hay excusas, hacemos lo que sea necesario para que nos firmen. No importa si tenemos que hacer 5 pruebas en una semana. Nunca sabes cuando vas a impresionar a la persona adecuada, entonces nunca pasas ninguna oportunidad.
Me acuerdo una vez en la academia, necesitaban que yo jugara en primera base y me terminó pegando una bola en mi brazo izquierdo. No lo podía mover, pero tenía una prueba en esos días. Unas personas me dijeron que no fuera. Pero no me lo pensé dos veces. Fui y lancé con mi brazo izquierdo pegado al cuerpo.
Haces lo que tienes que hacer, ¿Sabes? Pero no es fácil. Y puedes tener mucha presión sobre tus hombros. Normalmente hay como 20 jugadores iguales que tú en esas pruebas. Todos lanzan fuerte y se ven jóvenes. Así que te sientas a ver a los demás lanzar, y después es como que, Dios mío, ¿Cómo está lanzando ese joven a 97?
Tienes que buscar una forma de diferenciarte del grupo. Y de destacarte, necesitaba que algo cambiara para mí y rápido.
Necesitaba un plan nuevo.
Lo que no sabía era que ese plan supondría dejar la bola de beisbol e intentar algo bien… diferente.
Un día, mi entrenador llegó y me dio una idea.
Vas a correr 30 minutos todas las mañanas y luego tomarás una bola de sóftbol y vas a lanzarla lo más lejos que puedas cada vez. Lanzamientos largos. Sin bolas de béisbol, siempre de sóftbol.
No me dijo por qué debería hacer eso, o qué estaba esperando que fuera el resultado.
Solo me dijo que lo hiciera.
Yo estaba sorprendido. Pero ¿Qué iba hacer? Él era mi entrenador.
Así que lo hice. No hice preguntas. Solo hice lo que me dijo por dos semanas antes de una prueba.
Luego, cuando me paré en el montículo por primera vez para esa prueba, lancé a 92 apenas empecé.
Luego 93.
Luego 94.
Yo estaba sorprendido. Yo nunca había estado ni cerca de esos números en el pasado.
Pero no fue por suerte. Después de eso, mi velocidad siguió subiendo y subiendo. Para el momento que los Rockies vinieron con esa oferta, ya estaba lanzando a 97. Y también tenía una slider devastadora.
En ese momento, sabía que tenía una oportunidad real de llegar a las grandes ligas. Y cuando los Yankees ofrecieron lo mismo que los Rockies y era el momento de decidir con quien iba a firmar, no fue una decisión difícil para mí.
Pero fue un poco chistoso contarle a todo el mundo.
Estaba prácticamente gritándole a todo el mundo: ¡Voy a ser un Yankee de Nueva York! Voy a jugar en Nueva York. ¡Soy un Yankee!
Volví a mi pueblo y todo el mundo todavía pensaba que había firmado con los Rockies.
Cuando me reuní con familiares y amigos, nunca había estado tan emocionado en mi vida. Estaba prácticamente gritándole a todo el mundo: “¡Voy a ser un Yankee de Nueva York! Voy a jugar en Nueva York. ¡Soy un Yankee!”
Y todos me miraban sin saber que hacer.
Luego de esa mirada en blanco, escuché lo mismo una y otra vez:
¿Luis, estás seguro ésta vez? ¿Ésta vez es de verdad, cierto?
Yo solo podía sonreír y reírme en ese momento.
Creo que algunos estaban preocupados de tener que comprar una gorra distinta.
Pero yo no tenía ese problema. La gorra de los Yankees que me había comprado mi papá estaba como nueva todavía.
Robinson Canó era mi jugador favorito en esos tiempos.
No olvides que yo fui un jugador de posición primero. Cada vez que veía a los Yankees, lo veía jugar el campo tan fácilmente y también batear todos esos jonrones. Para mí era increíble lo bueno que era en ese entonces. Además, era dominicano, como yo, así que para mí era divertido apoyarlo y pensar en intentar llegar a donde estaba el.
Pero también amaba ver a otros Yankees. Posada, Jeter, Alex Rodriguez, y todos los demás. Los vi jugar muy atentamente cuando estaba joven para ver si podía aprender cualquier cosa que pudiera usar.
Cuando llegué a la academia de prospectos, mi entrenador era un gran fanático de los Yankees, y nos reuníamos a ver todos los juegos en TV.
Luego me iba a dormir y pensaba en lo que sería vestirme en esas rayas y jugar en la ciudad de Nueva York.
Pero con todo y lo que amaba a los Yankees, mi ídolo como lanzador siempre fue Pedro Martínez, otra leyenda Dominicana. Siempre fue difícil para mí cuando Pedro lanzaba con los Medias Rojas y le tocaba en contra de mis Yankees.
Pero yo amaba verlo. Desde la primera vez que lo vi jugar, me fascinó. Su ritmo era increíble, y nunca tenía miedo de nada ni nadie. Si tenía que lanzar adentro, lanzaba adentro. Si tenía que pegarte con un lanzamiento, te pegaba. Y ese cambio era simplemente increíble – cómo podía lanzar tan fuerte y después venir con ese cambio en el siguiente lanzamiento. Siempre era muy entretenido verlo.
Eventualmente me di cuenta de lo que tenía que hacer. Decidí que tenía que apoyar para que Pedro lanzara 6 entradas en blanco… y después que el bullpen arruinara el juego para que ganaran los Yankees.
Al final del día, siempre quería que ganaran los Yankees sin importar más nada.
Gente como Pedro y Robinson son demasiado importantes en la República Dominicana.
El béisbol es mucho más que solo un deporte ahí. Es una forma de vida. Y gente como yo se ha beneficiado de eso a lo largo de los años.
Cuando logras firmar ese contrato con un equipo de grandes ligas, el hecho que el béisbol es tan grande en Dominicana – y que hay tantos jugadores de ahí que han llegado a las mayores – es muy útil.
Los jugadores dominicanos se cuidan los unos a los otros, ¿Sabes lo que digo?
Hace unos años, cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos, me costó hacer el tiempo para mejorar mi inglés y pasé un tiempo complicado en el que comía hamburguesas de McDonald’s todos los días. Pero siempre había otros jugadores dominicanos alrededor, quienes estaban pendientes de mí. Apenas llegué, aprendí que a veces tenías que ir a Burger King, solo para variarlo. Eso fue importante para mí.
Después de un tiempo, y con ayuda, empiezas a acostumbrarte a la vida aquí.
Alguien te cuenta sobre la aplicación Duolingo para tu teléfono, o te dicen que agregar ingredientes nuevos a la pizza hace una gran diferencia de un día al otro.
Y tú lo tomas desde allí.
La otra cosa a la que es difícil acostumbrarse es toda la atención que le prestan los medios de comunicación a los jugadores de béisbol en los Estados Unidos.
Mi primera apertura, cuando me llamaron al equipo grande de los Yankees en el 2015, fue contra los Medias Rojas en el estadio de los Yankees. Quizás no me lo creas, pero al principio no estaba nervioso.
La noche anterior al juego, salí a cenar con mi esposa, y cometí el error de ir a un restaurante con muchas TVs enormes por todos lados. Cada cinco segundos, salía algo como, “Mañana es el debut del novato de los Yankees Luis Severino” o “Gran día mañana para Severino en contra de los Media Rojas,” cosas así.
Dios mío. No paraba.
Cuando llegué a mi cuarto, era lo mismo.
Todo eso me puso nervioso. ¿Pero sabes qué? Después que tiré el primer lanzamiento contra los Medias Rojas, todos los nervios se fueron. Y solo intenté hacer lo que siempre hago. Fue incluso más especial porque pude enfrentarme a David Ortiz y Hanley Ramírez ese día – Dos jugadores que crecí viendo todo el tiempo en la R.D.
Estoy viviendo el mejor momento de mi vida.
También fue entretenido ver gente con la bandera dominicana en las gradas, y saber que ahora yo era parte de un equipo de grandes ligas con tantos fanáticos dominicanos. Me sentí como en casa desde el principio, y luego vi que tenía todo el estadio apoyándome y mostrándome ese amor… no pudo haber sido mejor.
Desde ese momento, he crecido a amar Nueva York más y más. Ha sido increíble ser parte de esta franquicia y ser uno más de un grupo de jugadores jóvenes que está buscando hacer cosas grandes en los años que vienen. Me siento muy afortunado. Y no pudiera hablar suficiente sobre la gente de aquí. Los fanáticos de los Yankees están llenos de pasión y energía. Me inspiran a salir e intentar hacer lo mejor que puedo cada vez que lanzo. Estoy viviendo el mejor momento de mi vida.
Incluso cuando estoy pasando por dificultades, los fanáticos de los Yankees siempre están ahí para apoyarme y levantar mí espíritu.
El año pasado cuando estaba pasando por un mal momento, fui al mercado a comprar unas cosas, y de la nada, cuando estaba en la fila para pagar, un señor mayor me toco en el hombro.
Me tomó por sorpresa al principio.
Disculpa, ¿pero tú eres Luis Severino?
Dije, “Sí, ese soy yo.” Luego me dijo:
“Se que las cosas no están yendo bien ahora mismo, pero yo todavía creo en ti. Yo creo
que vas a ser un gran lanzador. Yo creo en ti. Puedes ser uno de los grandes.”
O sea… en serio. ¿Qué pudieras decir sobre una experiencia como esa? Además de…
Cómo amo a Nueva York.
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