Finalmente en Casa
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En esta temporada baja, construí una caja de bateo en la hacienda que tengo en el sur de la Florida. Bueno, en realidad la construí con mis dos primos. Ellos viven y trabajan conmigo en la hacienda. Un día fuimos al otro lado del lago que está al frente de mi casa, planeamos un área rectangular y excavamos huecos alrededor del borde. Luego mezclamos concreto y lo echamos en los huecos y pusimos postes de metal en cada uno. Cuando el concreto se secó, pusimos la alfombra de césped verde y colgamos malla negra sobre toda la estructura. Ya estábamos listos para batear. Fue una buena tarde de trabajo.
Es cómico: Cuando le conté a mi compañero de equipo Asdrubal Cabrera que iba a construir una caja de bateo, me empezó a bromear y dijo “si quieres pagarle a alguien para que te la construya, te puedo prestar el dinero.”
Los dos nos reímos, y le dije que, obviamente, no tenía nada que ver con el dinero. Trabajar en mi tierra es parte de mi vida. Si los animales necesitan comida, o hay algo que se tenga que limpiar, o si se tiene que construir un gallinero nuevo, ayudo y lo hago yo mismo. Eso lo disfruto. Esa es la ética de trabajo con la que yo crecí.
Un día hace poco, Lucas Duda y yo fuimos a batear en la caja que construí con mis primos, y yo estaba bateando… bateando… bateando. Creo que tome como 200 swings. Cuando termine, Duda solo me vio y dijo, “Tú tienes que estar loco”
Cada quien entrena de maneras distintas, pero para la mayoría de los jugadores 200 swings es demasiado. Creo que 50 swings en un entrenamiento es normal, y algunos jugadores quizás toman hasta 100. Pero para mí, 200 es normal. Cuando jugaba pelota para los Alazanes de Granma en Cuba, nuestro entrenador nos ponía a tomar 550 swings en un día. Así que, para mí, 200 no es demasiado.
Con esto no quiero decir que yo trabajo más duro que Duda o cualquier otro jugador. Pienso que cada jugador es diferente. Cada quien tiene una rutina diferente. Y he visto lo duro que entrena Duda. Él entrena muy duro. Pienso que yo también entreno muy duro. Solo que mi rutina es un poco distinta – es la forma en la que me enseñaron creciendo y jugando pelota en Cuba.
Nací en el medio de la nada, en un pueblo que se llama Israel Licea, en la municipalidad de Campechuela en Cuba. Todo alrededor es campo, animales y haciendas.
Cuando estaba pequeño, uno de mis trabajos que me requerian hacer en la hacienda de mi familia era cosechar el arroz.
No sé cuánto sepas sobre la cosecha de arroz, pero el arroz se cultiva en tierra pantanosa. Entonces cuando me tocaba ir a cosecharlo, mis piernas terminaban enterradas en la tierra, a veces la tierra me llegaba a la cintura, y me tocaba atravesar el lodo para recoger el arroz. Cuando terminaba de recoger el arroz y mi bolsa estaba llena, a veces pesaba hasta 100 libras, y me tocaba cargar la bolsa sobre mi espalda y atravesar el pantano a una temperatura calurosa de 35°C. (En Cuba no se usa la medida Fahrenheit, pero 35°C es alrededor de 95° Fahrenheit. Así que hacía mucho calor).
Yo tenía muchos trabajos en la hacienda. Cuando crecí lo suficiente para poder usar un hacha, empecé a cortar plantas y maleza en la propiedad de la familia para quemar como combustible o para cocinar. Era trabajo duro y a veces me salían ampollas en las manos… pero tenía que seguir trabajando porque sin importar en qué condiciones estaban mis manos, el trabajo se tenía que terminar. Así que yo seguía trabajando hasta terminar todo. Así fue que se me enseñó.
Me llevé esa misma ética de trabajo al béisbol. Cuando empecé a jugar pelota en los campos abiertos de Campechuela, sin importar que tan cansado estaba de trabajar en la hacienda, seguía jugando pelota porque amaba el deporte. Nunca dejé que el hecho de que estaba cansado o me doliera algo, me impidiera jugar pelota o entrenar para volverme un mejor jugador.
Todo esto me preparo bien para cuando cumplí 17 años y empecé a jugar profesionalmente con los Alazanes de Granma.
La temporada en Cuba es bastante distinta a la temporada aquí en los Estados Unidos. Aquí, nos preparamos alrededor de 45 días para jugar 162 partidos en la temporada. En Cuba solo jugamos 90 partidos en la temporada, pero nos preparamos por tres meses y medio. Así que es casi lo contrario. Y durante la temporada baja, los entrenadores nos ponen a trabajar muy duro.
Durante nuestro entrenamiento, nos tocaba levantarnos a las 5 a.m. para correr 10 kilómetros. Y eso ni era parte del entrenamiento en sí. Eso era básicamente nuestro calentamiento. Luego de correr, hacíamos 40 minutos de sprints (correr a toda velocidad), que podían ser entre 20 y 100 metros. Corríamos mucho, trabajamos en el campo, lanzábamos bastante y también bateábamos bastante – acuérdate, 550 swings cada día.
Yo también levantaba muchas pesas. A uno de mis primos siempre le gustó mucho entrenar así que construyó un gimnasio él mismo. Era un gimnasio al aire libre – no tenía techo – y las pesas no era pesas normales como las que encuentras en todos los gimnasios. No teníamos equipo de verdad, así que tomábamos partes de tractores como las ruedas y engranajes y las restaurábamos. Las limpiábamos, las pesábamos para marcarlas y así saber cuánto peso estábamos usando. Usábamos ejes viejos o tubos de metal como si fueran barras y les poníamos las ruedas y los engranajes en los extremos, para simular barras con peso.
En los días que me tocaba levantarme a las 5 a.m. para entrenar con el equipo, luego levantaba pesas con mi primo, cuando llegaba a la casa todavía quedaba trabajo por hacer en la hacienda. Así que no importaba que tan cansado estaba, llegaba directo a trabajar.
Hoy en día, todo es muy similar. Mi hacienda en el sur de la Florida queda cerca de los campos de entrenamiento de los Mets en Port St. Lucie. Así que esta temporada baja, yo llegaba a los campos temprano para correr y hacer pesas, luego iba a mi casa y terminaba mi entrenamiento. Cuando terminaba, mis primos todavía estaban trabajando en la hacienda… Y yo no podía simplemente sentarme y verlos trabajar sin ayudar. Así que yo los ayudaba, incluso cuando estaba cansado y adolorido del entrenamiento.
Un ejemplo perfecto de esta temporada baja fue cuando nos tocó construir un corral en la hacienda. Tuvimos que excavar 300 huecos para la base, cada uno de 4 pies de profundidad. En vez de pagarle a alguien para que lo hiciera, o dejar que mis primos lo hicieran solos, ayude a construirlo. Fue uno de los muchos trabajos que hice en mi hacienda esta temporada baja, y creo que ese tipo de trabajo me ayuda cuando empieza la temporada. Trabajar en la hacienda es duro. Es trabajo físico. Es buena condición física.
También es parte de mi rutina. Es lo que siempre he hecho. Es la ética de trabajo con la que crecí.
Trabajar en la hacienda también me ayuda a recordar de dónde vengo, lo cual es algo que nunca quiero olvidar. Porque yo amo de dónde vengo. Para mí, trabajar en la hacienda es como una meditación. Ese tipo de trabajo me da tranquilidad. También me mantiene los pies en la tierra.
Creo que no mucha gente sabe de mí, y eso está bien. Pero mucha gente me ve llegar a los entrenamientos con un carro distinto todos los días y usan eso para juzgar que tipo de persona soy. Sí, amo mis carros. Pero mis carros no determinan el tipo de persona que soy. Yo sería igual de feliz si pudiera llegar a los entrenamientos con un caballo distinto todos los días. Eso es más cercano a quien soy de verdad.
Honestamente, yo estaba muy motivado de firmar de nuevo con los Mets por el amor que le tengo a mi tierra y por cuando amo mi casa. Mi tierra está muy cerca de los campos de entrenamiento de los Mets en Port St. Lucie. Saber que podría entrenar en los campos del equipo en la temporada baja y estar tan cerca de mi casa, eso era muy importante para mí.
Si tendría que ponerle un porcentaje, diría que la ubicación de mi hacienda en relación con los campos de entrenamiento de los Mets fue el 30% del porque decidí firmar con los Mets este año.
El otro 70% fue una combinación de otros factores.
Primero, me gusta ganar. Así que quería ser parte de un equipo el cual yo sabía que tenía chance de ganar. Y creo que podemos ganar.
No he hablado mucho acerca de cuándo perdimos la Serie Mundial contra los Royals en el 2015. Honestamente, ni siquiera lo hemos hablado mucho con mis compañeros de equipo. Llegar tan cerca de ganar y luego perder el último partido en casa al frente de nuestros fanáticos… No se sintió bien. Eso es todo lo que tengo que decir.
No se sintió bien.
Sin embargo, también tenemos que admitir que los Royals jugaron mejor que nosotros y merecieron ganar. Nosotros debimos haber jugado mejor, incluyéndome a mí. Pero no lo hicimos, así que no merecimos ganar.
Esta temporada, a diferencia de la pasada, estamos todos saludables. Así que vamos con la mentalidad de ir a ganar. Creemos que podemos ganary creo que mis compañeros y yo hablaremos más acerca de esa Serie Mundial que perdimos, para usarlo como motivación y volver a terminar lo que empezamos.
Otro de los factores que influyó para que firmara con los Mets fue que quería un hogar. Me refiero a… un equipo, una ciudad y una fanaticada que pueda llamar mía otra vez.
En Cuba, los jugadores no son transferidos. No existe la agencia libre. Tu juegas para el equipo de la provincia donde naciste. No importa si te mudas a otra municipalidad o provincia. Tu juegas para el equipo donde naciste. El equipo de la provincia donde nací en Granma se llama Los Alazanes. Ese fue el único equipo para el que jugué en mi carrera en la Serie Nacional de Cuba, la cual es la liga profesional.
En el 2011, cuando vine a los Estados Unidos y firmé con los Athletics, yo sabía que el béisbol aquí era mucho más negocio que lo que es en Cuba. Entendí que había una posibilidad de que me traspasaran en algún momento de mi carrera. Pero es una de esas cosas que piensas que no te van a pasar a ti.
Hasta que te pasan.
Cuando los Athletics me transfirieron a los Red Sox, me dolió bastante. Fue la primera vez en mi carrera que me sentí que no me querían. No se sintió bien.
Luego, unos meses después, los Red Sox me transfirieron a los Tigers.
Luego, los Tigers me transfirieron a los Mets.
Ser traspasado tantas veces fue difícil, pero no deje que me molestara mucho porque sabía que sin importar que pasara, yo seguiría jugando béisbol. Y eso era lo más importante para mí.
Pero cuando llegue a New York, algo se sintió distinto.
Pero la primera vez que me puse el uniforme de los Mets y entre al campo en New York, los fanáticos me recibieron con tanta emoción, y ahí supe que era la situación correcta para mí. Lo podía sentir. La forma en la que el equipo y los fanáticos me recibieron y la forma que me hicieron sentir querido por primera vez desde que había firmado con los Athletics, simplemente sabía que no iba a conseguir algo así en ningún otro lado. No de esa forma.
Así que, cuando me volví agente libre, y tuve la posibilidad de firmar con cualquier equipo en las grandes ligas, recordé mi hacienda en Florida. Pensé en cuanto quería terminar lo que empezamos con los Mets en el 2015. También pensé en todos los fanáticos que me recibieron con los brazos abierto y me hicieron sentir tan especial y en cuanto siento que se merecen un campeonato.
Esa es mi meta esta temporada. Esa es nuestra meta. Y no estaría aquí si no pensara que podemos ganar.
Estoy más feliz en este momento de lo que estado en mucho tiempo. Los últimos años han sido muy ajetreados. Y a los fanáticos de los Mets, les tengo que dar las gracias. Mantengan su confianza en mí, sepan que voy a ir al estadio todos los días y les voy a dar todo lo que tengo para poder pagarles por lo que me han mostrado desde que llegue. Voy a ayudar a este equipo a terminar lo que empezamos. Me aseguraré que mi nuevo hogar logre el titulo que merece. Porque últimamente, el sentirme en casa, saca a relucir lo mejor de mi.