La Vida Por Los Colores

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Mi primera probadita en la selección mexicana fue, literalmente, en el siglo pasado, mucho antes de que se popularizara el correo electrónico.  

Era 1997 y por entonces jugaba en el Atlas. A la selección la dirigía Bora Milutinovic. Por ese entonces, la forma en la que se hacían las convocatorias a los jugadores era a través de un fax. 

Te dije que era una historia del siglo pasado. 

;-) 

Resulta que cuando en el teléfono del club empezó a salir el fax con los convocados, en la lista sólo aparecían los apellidos.

Márquez – Atlas.

El problema era que en el Atlas había dos Márquez. Estaba César Márquez y también estaba yo, Rafael Márquez. ¿Y entonces? ¿Cuál de los dos Márquez era el Márquez del Atlas? 

Pues entonces, entre las dudas y todo eso, nos terminaron llamando a ambos. La cita era un partido amistoso contra Ecuador, nada menos que en el Estadio Azteca. Fueron tres o cuatro días de concentración. Lo disfruté muchísimo, había gente con mucha jerarquía. Y aunque yo era el más joven, apenas 17 años, Bora me dio la oportunidad de jugar los últimos 20 minutos, en los que pude dar un pase para gol.

Además de la felicidad de estar en la selección en tan corta edad, sobre todo conocí las sensaciones de lo que significaba, y ya nada fue igual. 

Te pones esa camiseta… 

Sales a jugar en el Azteca…

Cantas el Himno Nacional…

Inmediatamente, lo sabes. Quieres más. Ansías volver a estar. Por supuesto, en ese momento era difícil imaginar que terminaría jugando cinco Mundiales, pero me daba cuenta de que las cosas estaban yendo muy rápido.

Rafa Marquez
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Para mí lo más duro había sido marcharme de la casa de mis padres, en Zamora, con 14 años, para ir al Atlas de Guadalajara. Creo que ni siquiera llegué a las tres semanas cuando llamé a mi madre, para decirle que me regresaba. Y ella, la que más sufría con tenerme lejos, fue la que me dijo que no, que me aguantara. Que lo que yo más quería era ser futbolista, y entonces tenía que intentarlo. Y desde entonces, me mentalicé y también aprendí a madurar por la fuerza.

En 1999, luego de haber estado en el Sub 20, por fin pude regresar a la selección mayor, para jugar la Copa América de Paraguay. Después del primer partido, me ofrecieron ir a jugar al Mónaco, que ni siquiera sabía en qué parte del mundo quedaba. 

El diálogo con el ojeador fue realmente de locos:

— Rafael, te hemos visto en acción y de veras nos gustaría ficharte para el Mónaco.

— ¿Mónaco? ¿Eso está en Europa?

— Sí, es en Francia, pero no es Francia. 

— ¿Pero está en Europa, no?

— Sí.

— Bueno, entonces me interesa.

Jajaja. Yo tenía una gran confusión. Pero lo que me importaba era jugar en Europa, como Hugo Sánchez. 

El gran ídolo de México, la persona a la que siempre admiramos, era Hugo Sánchez. Cuando lo veía jugar, yo quería ser como él. Obviamente que jugamos en distintas posiciones, pero gracias a su carrera, muchos lo tomamos como el ejemplo para alcanzar el máximo. Él era un embajador, una bandera de mi país. 

En ese momento era difícil imaginar que terminaría jugando cinco Mundiales.

Rafa Márquez

Además de Hugo, con mi padre también veíamos los partidos del fútbol italiano, los domingos a la mañana. Era la época del Milan de Arrigo Sacchi, con Baresi, Gullit, Van Basten… “Algún día me verás jugar allí”, le decía a mi papá. Lo tenía bien claro.

Para hacer más fácil la adaptación, a Mónaco viajé con mi mejor amigo. La vida en el Principado era como un cuento de hadas. Con sus edificios, sus carros, el nivel económico, era algo totalmente nuevo para mí, muy distinto a lo que era la realidad de México, pero lo más importante fue que en el equipo había muchos jugadores que hablaban español, y así formamos un hermoso grupo. Estando en Mónaco, finalmente pude cumplir el sueño de estar en mi primer Mundial.

Un Mundial es un sueño, una sensación única. En el país se viven momentos de gran ilusión. Cuando se canta el Himno Nacional es algo inexplicable, indescriptible. Me emociono de sólo pensarlo. 

Cuando ves todo el sacrificio de la gente para poder estar allí, familias que quizás se hipotecan para poder apoyar a su selección, realmente entiendes la verdadera dimensión y te pones a pensar en esa gran responsabilidad. Por un lado, representar a todos ellos y darles esa alegría. Por otro, también sentirte orgulloso de pertenecer a un país, de defender sus colores. 

Y encima, de capitán. Vaya sorpresa, ¿verdad? 

Rafa Marquez Mexico
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Yo venía siendo capitán de selecciones inferiores y creo que eso también ayudó a que Javier Aguirre me viera como un líder dentro de la cancha, a pesar de mis 23 años, y me diera la confianza de ser el capitán. Fuera de la cancha no tengo ese carácter de líder, soy muy tranquilo, pero dentro sí que me transformaba. Y aunque fuera a gente de jerarquía, yo intentaba alentar, regañar, ayudar, lo que hiciera falta según el momento.  

Esta mentalidad competitiva a veces te lleva a actuar de una manera equivocada. Y esto me sucedió en el partido que perdimos contra Estados Unidos en la fase eliminatoria. Desafortunadamente, me traicionó mi carácter y perdí totalmente la cabeza. El modo en el que salí fue el momento más complicado, triste, difícil y vergonzoso de haber jugado un Mundial. Pero era joven y pude aprender mucho de eso. Lo primero es saber perder. Yo sentía toda la responsabilidad por ser el capitán, el único que jugaba fuera de México. A veces la desesperación misma te llevaba a tener estas reacciones que no se justifican por nada, y que poco a poco fui intentando mejorar. 

La etapa en el Barcelona fue un gran crecimiento para mí en todo sentido. Primero, porque realicé mi sueño de estar en un equipo importante de Europa. Después, porque era un club que llevaba muchos años sin títulos, a la sombra del Madrid casi siempre. Venía un cambio de directiva con Joan Laporta y la llegada de Ronaldinho fue un antes y un después, cambió a todo el barcelonismo. Y también me cambió un poco a mí. 

En momentos como esos ves que el fútbol es el juego de todos.

Rafa Márquez

Olvida al futbolista, al mago, al jogo bonito. Como persona, Roni es todo amor, armonía, alegría, diversión. Y lo transmite con esa sonrisa, con su forma de ser. Llegamos ese mismo año, nos hicimos muy amigos. Para un club que venía a la sombra del Madrid, la sola llegada de él hizo como si se quitara a esa oscuridad. Vino a ponerle alegría al Barcelona, a la ciudad también, y se volvió algo increíble.

Y ese buen ambiente se llevaba al campo. Disfrutábamos jugar, hacíamos un fútbol que le gustaba al aficionado culé, y eso también nos daba más confianza, no queríamos que acabaran los partidos. Llegar a la Champions con un equipo así y ganarla de la manera que la ganamos, revirtiendo el marcador, fue muy especial. Una Champions es lo más cercano que puedes imaginarte a un Mundial, pero a nivel de club. Y sólo unos pocos tienen ese privilegio de ganarla.

Cuando hacíamos el desfile por la ciudad, después de haber ganado esos campeonatos, la convivencia fue increíble. Todas las piezas que participamos en aquel momento fueron importantes: el grupo, el cuerpo técnico, la directiva, la afición. Cada uno pone su granito de arena para poder conseguir el título. En momentos como esos ves que el fútbol es el juego de todos.

Pero si esa fue la experiencia más emocionante en mi carrera de club, todavía me quedaban las mejores con la selección, en los Mundiales que vendrían.

Los momentos más bonitos sin dudas son los goles que marqué, tres en tres Mundiales distintos. El primero quizás fue el más especial, porque fue contra Argentina, en un partido complicado, y ese gol nos dio la ventaja. Anotar un gol en un Mundial con toda tu gente es algo magnífico.  

Pero en mi último Mundial, con 39 años, viví otra sensación hermosa, porque venía de una situación personal muy difícil, que casi me impidió que pudiera jugar en Rusia. Y mientras iba caminando hacia el campo para hacer el cambio, ya que entré en el segundo tiempo, se me vino un poco esa película, ese recorrido, ese esfuerzo, ese sacrificio que hice para poder llegar hasta ahí. Me había costado mucho, no en lo físico sino en lo mental, más que nada. Y poder ganarle al campeón vigente, Alemania, cuando nadie esperaba nada de nosotros, fue algo también simbólico. Después del partido, pues sí, como que solté toda esa presión que tenía, y toda esa energía, quizás mala, en llanto y alegría.

Rafa Marquez Mundial 39 anos
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Uno piensa que quizás son pocas horas, pero es de altísima exigencia trabajar tu cuerpo para intentar llegar en forma competitiva, para que el entrenador pueda confiar en ti. Desde los 14 años y hasta los 39, sin equivocarte, sin dejarte estar un solo día. Con sacrificios y esfuerzos, a veces estando lejos de la familia, sin vacaciones, dejando pasar fechas y fiestas importantes… Aquí no existen los días festivos y cuando tienes vacaciones vas con tu selección. Tienes que viajar a la otra parte del mundo, jugar, entrenar y volver otra vez a Europa para volver a jugar, entrenar. 

Entonces es un poco eso, mantenerte así hasta los 39 años y siempre en un nivel óptimo. Al final, es luchar un poco con tu otra persona, que siempre te dice: “No, ya aquí termina porque ya está, están diciendo que estás viejo y que ya no puedes más”. Pero después está el otro, que responde: “Que no le hagas caso, que estás muy bien, que juegas muy bien”. Creo que a diario todas las personas tenemos ese tema mental, la parte negativa, que si le das más importancia a tus miedos pues obviamente va a incidir más en tus decisiones. Y si es la parte positiva a la que le pones más importancia, pues vas a tener mejores tomas de decisiones y el deseo de conseguir algo te va a ayudar mucho a conseguirlos.

El jugador mexicano tiene sangre latina y eso hace que nos atrevamos a hacer cosas diferentes. Somos trabajadores, somos apasionados, también somos serviciales. Somos gente que quiere conseguir cosas importantes y yo lo considero de esa manera, a pesar de que a veces tenga mala etiqueta.

Un Mundial es un sueño, una sensación única. En el país se viven momentos de gran ilusión. Cuando se canta el Himno Nacional es algo inexplicable.

Rafa Márquez

Siempre he estado muy orgulloso de ser mexicano. Y la selección me ha permitido representar a toda esa gente, que luego te gratifica con el cariño y el respeto, y no sólo en México, sino en todo el mundo. 

Mi mayor orgullo es que cuando a alguien le preguntan “¿De dónde eres?” y dice “mexicano”, enseguida sale mi nombre, o el de Hugo Sánchez. Y esa es una gran satisfacción, el haber dejado un legado importante para toda la gente joven, no nada más en el futbol, sino en muchos ámbitos donde hacen falta guías. Así como Hugo fue un héroe para mí, ojalá yo pueda ser un ejemplo para los más chicos.

Hoy a veces no me lo creo, cuando volteo a ver lo que hice en toda mi carrera, los títulos en el Barcelona, tantos años en la selección, o que estés en un videojuego y te vean tus hijos, que te elijan, que te admiren y que seas uno de los héroes… eso es fabuloso. 

Cuando yo hablo de lo que es el sacrificio, me gustaría contarte una última cosa. Muchas veces me tocó separarme de la familia por el futbol. Mi padre falleció cuando yo estaba en Mónaco, y tuve la suerte de poder estar con él y despedirlo. Al ver a mi madre tan triste, tan decaída, lo primero que pensé fue en volver a México para poder estar con ella y cuidarla. Y una vez más, como aquella vez del Atlas, fue ella la que me dijo: “No, hijo, vete, eres un profesional, este es tu sueño. Yo estaré bien aquí”. Fue uno de los momentos más complicados y difíciles de mi vida.

Rafa Marquez Players Tribune
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El consejo de mi padre era que siempre intentase dar todo lo mejor que yo tenía, que no dejara nada porque, al final, el tiempo pasa, te arrepientes y ya no hay forma de regresar. Y el consejo de mi mamá es la humildad. Mamá aún hoy me recuerda que tengo que ser humilde, que tengo que recordar mis raíces, de dónde vengo, los valores que ellos me enseñaron… Eso me ha ayudado mucho a tener a la misma gente que he tenido desde que jugaba en la calle, en Zamora, con los mismos amigos. Recordar que parabas el partido cuando venía un carro, y luego de que pasaba, volvías a empezar. Recordar esas sonrisas, esos sueños. 

No importa de dónde vengas, si tienes mucho o si tienes poco, porque al final el trabajo es el que te permite conseguir tus sueños, siempre que mantengas la humildad y la disciplina. 

Que la gente te quiera por lo que eres, no por la fama o lo que representas. Y eso, la verdad, me ha ayudado mucho a ser quien soy.

Rafa Márquez, mexicano.

Firma Rafa Marquez

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