12 Cosas Que No Sabes De Mí
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1. En el Manchester City viví un tiempo maravilloso.
Y te digo, fue un éxito por donde se lo mire.
La gente dice que fue una primera temporada difícil, pero era un proceso de aprendizaje. Cuando llegué a Inglaterra, el trabajo del portero era patear el balón lo más lejos posible. Los equipos de la mitad de tabla hacia abajo jugaban con el balonazo largo para después ir a disputar el segundo balón.
Pep quería que yo contribuyera en el juego. Tenía que jugar corto, mostrarme para recibir el pase de vuelta. Si no había lugar a la izquierda, entonces yo iba a jugar a la derecha para comenzar desde ahí el ataque. Estábamos tratando de cambiar el juego.
Hubo mucho murmullo alrededor de eso. A la gente no le gustaba demasiado.
Por supuesto, con los cambios tuvimos algunos problemas. También teníamos a seis o siete jugadores del equipo que ya sabían que se marcharían la temporada siguiente, así que sabían que no formarían parte del proyecto a largo plazo. Pero es un cambio que se sabía que llevaría su tiempo. Para mí, fue muy enriquecedor jugar en un equipo así.
Mis cuatro temporadas allí fueron maravillosas. Me sentí valorado por el club. Tenía una gran relación con Pep. Mis hijos aprendieron inglés, y allí crecimos también como familia.
¿La prensa? Nunca me interesó lo que escribían. Para nada.
Supongo que la gente recuerda distintas cosas. Cuando repaso esa etapa, mi recuerdo es que jugué en dos finales de la League Cup y en dos Community Shield, y gané todas.
2. Me pasaba tres horas por día en la camioneta con mi padre.
Siendo un niño que creció en el Gran Santiago –que es grande– necesitaba de una hora y media para llegar al entrenamiento. Mi padre me iba a buscar a la escuela y yo me iba al asiento de atrás, a dormir o a comer fruta o un sándwich para llegar con energía.
Por eso me entrenaba tan duro. Mi padre estaba sacrificando tres horas preciosas de su día para que yo estuviera allí, así que lo mínimo que podía hacer era trabajar, ¿no?
En mi caso logré transformar los negativos en positivos, levantarme cuando los demás no se levantaban, y me di cuenta de eso muy rápido.
- Claudio Bravo
Por entonces ya tenía este gran sueño de jugar para un equipo grande, como Barcelona. Cuando se los contaba a mis compañeros, ellos solo se reían.
Mi maestra me miraba como diciendo, Sí, claro.
Pero yo era muy fuerte mentalmente. En Chile hay talentos por todas partes: delanteros veloces, enganches de calidad. La diferencia está en la cabeza. En mi caso logré transformar los negativos en positivos, levantarme cuando los demás no se levantaban, y me di cuenta de eso muy rápido.
Así que decidí que simplemente lo iba a lograr, y quería recompensarle el esfuerzo a mi padre.
De algún modo, todavía es lo que quiero.
3. Casi me desechan de Colo-Colo.
Cuando tenía 15 jugué un torneo juvenil organizado por una marca deportiva famosa. El ganador de la etapa regional tenía que jugar las finales en Europa y allí iban ojeadores de muchos de los grandes clubes. Era una gran oportunidad de vidriera para todos nosotros.
Llegamos a la final regional y jugué de portero. Ya había descubierto que correr detrás del balón no era para mí. Me gustaba la responsabilidad adicional de salvar los tiros, y al contrario de muchos chicos, si cometía algún gran error, podía manejarlo. Pero ese día me tocó sufrir uno grande.
Bueno, el partido está 0-0, último minuto. Ellos tiran un tiro de esquina. Yo salgo para tomar el balón.
Pero se me escapa.
Nos hacen el gol. Nos ganan.
Y entonces 20 niños supertalentosos no van a ir a Europa por culpa mía.
Me sentí como el chivo expiatorio. Me querían señalaban todos, hasta los entrenadores. Me querían sacar del club.
Pero hubo un técnico, Julio Rodríguez, que había trabajado mucho conmigo. Me había enseñado cómo jugar con los pies, justo como lo hice en el City. Estaba años adelantado. Y él dijo: “Si él se va, yo también”.
Eso hizo que el club entendiera que iba a ser un error dejarme ir. En 2003, cuando tenía 19 años, hice mi debut en el primer equipo, donde jugué tres años. Mi adiós fue la segunda final del Apertura 2006, contra la Universidad de Chile, en la que atajé dos penaltis y ganamos el título. Eso jamás habría ocurrido si alguien no se hubiera arriesgado a defenderme.
Así que gracias por eso, Julio.
4. En la Real Sociedad marqué un gol.
Estábamos en la Segunda División, jugando de local contra el Gimnàstic, y llevábamos tres partidos sin ganar. Cuando nos dieron un tiro libre cerca del área, 0-0 al final del primer tiempo, nadie sabía quién iba a tirarlo.
Yo solía quedarme con algunos de los jugadores después de los entrenamientos a practicar tiros libres. Casi que lo hacía como en broma. Cuando los veía tirar y errar, yo decía: “No, miren, esto se patea así”.
A veces hacía el gol.
Y cuando nos dieron ese tiro libre, Diego Rivas me gritó: “¡Claudio! Este lo tiras tú”.
Y le dije, “No, ¿estás loco?”.
Pero insistió. Así que dejé el arco y empecé a caminar al otro lado de la cancha. Podía sentir el murmullo en todo el estadio. “Este está loco, ¿qué está haciendo?”
Eso hizo que fuera todavía con más determinación. Y pensaba, “Si cruzo la mitad de la cancha, voy a meter el gol”. Cuando tomé el balón, tuve esta sensación particular. Esto ya lo había hecho en los entrenamientos. Esta película ya la había visto.
Suena el silbato, le pego y… gol.
Asombroso. Increíble. Pero ahora viene el gran problema.
¿Qué hago?
Esa fue la única vez en la que no tuve idea de cómo actuar en una cancha. ¿Paras un penalti? Perfecto. ¿Paras un tiro? Eso es normal. Pero hacer un gol era simplemente… extraño. ¿Cómo lo celebro? ¿Corro al córner? ¿Hago un baile?
Lo único que me acuerdo es de mis compañeros abalazándose encima mío. Para cuando había regresado al arco, estaba muerto. ¡No podia ni respirar! Lo único que rezaba es no tener que el balón no me llegara a las manos.
5. Griezmann estacionaba su coche en mi casa.
Jajaja. No tenía la edad suficiente para poder conducirlo.
En la Real Sociedad, con Antoine nos volvimos muy cercanos. Cuando lo conocí él tenía apenas 16 años, pero podías ver que tenía un gran potencial, y nuestra misión era ayudarlo a que lo demostrara. Lo invité a casa a conocer a mi familia, y cada vez que sentía que él se estaba equivocando en algo, trataba de que se enfocara nuevamente. Era apenas un niño que quería divertirse. En un momento se compró un coche, aunque no podía conducir. No tenía dónde dejarlo, tampoco, así que lo dejó en mi casa.
Se quedó ahí por meses. A veces venía, se sentaba, ponía un poco de música y se quedaba escuchándola. Después se iba y regresaba a su casa. Eso era todo.
Hoy me hace muy feliz ver en qué clase de jugador se ha convertido. Tenemos una gran relación de amistad, y cada vez que me toca enfrentarlo siempre le digo la misma cosa.
“Hoy no va a ser tu día”.
6. Sentía como si el Barça estuviera hecho para mí.
Dicen que para los porteros es muy difícil jugar en el Barcelona. Para mí era justo lo contrario.
Tenías que ser portero, líbero, participar del juego. Esto era nuevo para los demás, pero gracias al trabajo de Julio en Colo-Colo, yo venía jugando de ese modo desde que era un niño. También sentía que tenía la personalidad para manejar la presión.
Cuando sales a jugar con 100.000 personas, te acuerdas del trabajo que te llevó hasta allí: los días en los que tenías frío, los días en los que tenías hambre, los partidos jugados en el cemento, las atajadas en los potreros, las horas y horas en la camioneta… y ahora estás aquí. Pasto verde. Compañeros de lujo. Sólo me dije a mí mismo: “Ahora disfrútalo”.
Lo que, para mí, significa divertirme y también competir al máximo nivel. Eso nunca va a cambiar.
¿Qué vino después? Ocho vallas invictas consecutivas. Tenía esta voz en mi cabeza que me decía: “Este club está hecho para ti”. Tenía tanta confianza, que ni siquiera Dios me iba a poder hacer un gol. Creo que aún sigo siendo el último portero del Barcelona en ganar un trofeo Zamora por el mayor número de vallas invictas en la Liga Española.
Por cierto, una cosa que descubrí en el Barça fue que los jugadores top, los muy top –Xavi, Iniesta, Messi– son solo gente normal. Vas allí pensando que deben vivir en otro planeta, pero son tipos simples. Hay otros que son mucho más serios que lo que parecen. Por ejemplo, Dani Alves. Parece que está cantando y bailando todo el día. Pero cuando llega el momento de trabajar, Dani era el primero en llegar, Dani era el último en irse. Ibas al gimnasio y a quién te encontrabas… A Dani.
7. Jamás tuve un problema con Ter Stegen.
Él jugaba en las Copas, yo jugaba en la Liga. La prensa hizo un gran tema de eso, y algunos decían que éramos enemigos, mala convivencia, pero eso no era verdad, para nada.
Habíamos hablado de eso con el entrenador, y yo entendí que ellos querían invertir en el portero joven. Jamás golpeé la puerta para preguntar por qué no me ponían. Simplemente me preparaba al máximo y me enfrentaba a las circunstancias que se presentaran. Y estuve muy orgulloso de jugar –y ganar– La Liga, que es la base para un club como el Barça.
Creo que Marc y yo hicimos que cada uno levantara el nivel del otro. Si yo no juego, mi trabajo es apoyar al que lo hace, porque un equipo es más que 11 jugadores. Al final, ganamos el triplete juntos.
Eso, para mí, nos hizo ganadores a ambos.
8. Mi rotura del tendón de Aquiles fue algo bueno.
Al principio me sentí con mucha impotencia, especialmente porque ocurrió justo al empezar la tercera temporada con el City. Pero lo superé rápidamente. Me empecé a focalizar en mi regreso, en llenar mi cabeza con pensamientos positivos.
Casi un año después, estaba de regreso. Primer partido: Liverpool en el Community Shield.
Pero todas estas cosas habían pasado. Así que tenía confianza. “No hay motivo para que no salga bien”
- Claudio Bravo
Eso quería decir casi 80.000 personas en Wembley.
Tenía que actuar bien.
Y me sentí increíble, hice un partido destacado. Quizás no habría pasado si no hubiera tenido la mente tan enfocada en la recuperación, si no me hubiera preparado bien, si no hubiera escuchado siempre a los médicos, o si no hubiera tenido siempre la confianza de Pep, que sabía de todo el trabajo duro que había estado haciendo… Pero todas estas cosas habían pasado. Así que tenía confianza. “No hay motivo para que no salga bien”
El partido fue a penaltis, atajé el decisivo. Cuando tomaron la foto de los ganadores, yo estaba en ella.
9. Puede que siga como entrenador.
Una vez Pep me llamó y me dijo que yo podía ser un buen técnico. Eso significó mucho para mí.
10. El título de la Copa del Rey fue súper especial.
Realmente quería ganar algo con el Betis. Y mis hijos pudieron disfrutarlo.
Cuando gané títulos con el Barcelona, no todos tenían la noción de lo que estaba haciendo su padre. Mi hijo, Mateo, era muy chico y mi hija más pequeña, Emma, recién había nacido. En cambio, cuando estábamos dando la vuelta olímpica este año, todos mis hijos estaban ahí, y los cuatro sabían lo que significaba. El sentimiento es difícil de describir. Es como tu felicidad como futbolista y como padre se combinaran y multiplicaran.
Mi esposa, Carla, y nuestros cuatro hijos han sido siempre la parte más emocional de mi vida. El fútbol es mi trabajo, ellos son el resto. San Sebastián siempre será de nuestra segunda hija, Maite. Mi destacado de Barcelona nunca será un título, sino el nacimiento de Emma.
Ellos son los que hacen que me sienta completo. Sin ellos, todo lo demás se derrumba.
En Sevilla somos muy felices. Esta es mi tercera temporada en el Betis, y voy a continuar mientras siga sintiéndome bien. Cuando no lo haga, seré el primero en decir que ha llegado el momento del retiro.
11. Sabíamos que podíamos ganar la Copa América.
La derrota contra Brasil en el Mundial 2014 nos dejó un sabor amargo, pero también pudimos sentir que algo grande se aproximaba. Teníamos una generación increíble, jugadores del Barça, Arsenal, Juventus.
Estábamos bajo presión, especialmente yo como capitán. No podíamos desperdiciar esta generación. Teníamos que ganar… algo.
Cuando llegó la Copa en 2015, y en casa, era nuestro momento.
Por suerte, llegamos a la final contra Argentina. Y otra vez, una consagración en los penaltis. Creo que la clave es la parte mental. Las estadísticas no dicen nada si no puedes meterte en la cabeza de tu rival. Tienes que distraerlo, hacerlo sentir nervioso, hacerle sentir la presión. Así es como ganamos la final.
12. Lloré cuando ganamos la segunda Copa América.
En realidad, yo no iba a ir a la Copa América Centenario en Estados Unidos. Venía lesionado, y nuestra hija más chica, Emma, atravesaba un problema serio de salud.
Mis primeros dos partidos fueron un desastre. Estaba fuera de forma y distraído. Mi cuerpo estaba ahí en el campo, pero mi mente estaba en casa con mi familia. Me marcaban goles por todos lados y yo me acuerdo de que en el segundo partido, me hacen un gol y pensé: “No, no, no. No estoy listo para competir”.
Nunca te olvides de que los futbolistas también somos seres humanos.
- Claudio Bravo
Me sentía muy frágil. Me decían de todo en los programas de televisión y en las redes sociales. Todavía era el capitán, pero la gente decía que tenía que ir al banco antes de que fuera demasiado tarde.
Llegado un punto, entendí que tenía que recomponerme. Toda mi vida había logrado levantarme cada vez que estaba en el piso. Así que comencé a pensar en mis responsabilidades como capitán. Teníamos una chance de llegar a otra final. Teníamos un equipo fantástico que merecía ganar más. Sabía que si lograba estar a la altura de mis posibilidades, iba a lograr revertir la situación. Y me dije: Basta. Suficiente.
Ganamos los cuartos y la semifinal con nuestra valla invicta. La final fue contra Argentina, y otra vez fue a los penaltis. Había visto partidos de los ejecutantes en situaciones de presión, porque cuando la presión es tan fuerte, los jugadores suelen repetir lo que venían haciendo. Me acuerdo del penalti de Lucas Biglia, el último. Había visto los últimos 8 que había pateado, así que cuando vi que arrancaba desde la mitad de la cancha, lo supe. Ya había hecho la parada antes de que él ejecutara.
Unos instantes después, éramos campeones otra vez. Dos títulos en dos años.
Mientras corríamos por el campo celebrando, empecé a llorar. Como padre, había estado miles de kilómetros lejos de mi hija. Como jugador, había sido el capitán de toda una nación, de 18 millones de chilenos. Había empezado mal. Me habían crucificado. La presión había sido enorme.
Ahora todo este peso se había ido de encima, y yo simplemente me derrumbé.
Nunca te olvides de que los futbolistas también somos seres humanos.
Un día después, volé de regreso a casa con mi mujer y mis hijos. Emma está bien, gracias a Dios. Celebramos con una cena familiar. Nada especial, como se dice. Aunque para mí, esa fue la cosa más especial del mundo.