¿Qué tan hermoso es el fútbol?
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Ya sé lo que estás pensando.
Sé lo que quieres saber.
Es la pregunta que me hacen todo el tiempo.
Cómo pude haberme ido de Barcelona a Zagreb y desde allí continuar a Leipzig?
Qué clase de chaval catalán, nacido a apenas 25 kilómetros del Camp Nou, deja La Masia para irse a Croatia?
Sí, lo sé. Y llegaremos a eso.
Pero primero, mi historia comienza en Terrassa, y se inicia con un balón.
Todos mis primeros recuerdos son conmigo y un balón. En todas partes. Pegado a él. Sólo quería jugar todo el tiempo. Si hasta dormía con un balón!
Mi primer recuerdo es con mi hermano mayor, Carlos, jugando en estas pequeñas porterías que mis padres armaban en nuestra terraza.
Yo debía tener unos dos años y Carlos me ubicaba entre los postes y ¡apuntaba directo a mí! Jajaja.
Entre él y mi padre, era imposible no ser un loco por el fútbol en mi casa.
Debería explicar que mi papá, Miguel, tenía un negocio de cosméticos, pero su otro trabajo —digamos, su verdadera pasión— era ser entrenador de fútbol.
Vivíamos y respirábamos fútbol.
Nada me importaba tanto como jugar. Tener ese balón pegado a mí.
Lo sé, todos los futbolistas dicen esto, ¿no? Pero creo que no entiendes.
Te daré un ejemplo de qué tan inseparables éramos el balón y yo.
Una vez, antes incluso de formar parte de La Masia, acompañé a mi padre mientras dirigía un partido en Castelldefels. Tenía 8 años.
Estaba jugando solo y contento, cuando alguien —creo que era un amigo de papá— se acercó y me dijo: “¡Oye, Dani, ven aquí! No lo vas a creer. ¡Podrás tomarte una foto con Lionel Messi!”
Aparentemente, Messi tenía un amigo que jugaba en el partido de Castelldefels y había ido a verlo.
Guau, Messi, ¿no? ¿En Castelldefels? ¿Qué niño no querría una foto con él?
Bueno, ¡yo!
Dije algo como: “No, gracias. Estoy bien. ¡Quiero seguir jugando! Es solo una foto, ¿no?”
Pero, contra mi voluntad, me pusieron junto a Messi y tomaron la foto.
Ni siquiera le dije algo. Esperé por el clic y después regresé a mi balón, como si fuera yo el que le hacía un favor a él.
Al final, debo decir que estoy contento de que me hayan forzado, porque aún tengo esa fotografía enmarcada en casa. Pero en aquel entonces, no estaba muy feliz de que me hubieran interrumpido mi tiempo de juego, incluso aunque se tratara de un icono.
Creo que eso ilustra cuánto amaba el balón.
Ni siquiera Messi era una distracción. Perdón, Leo :)
Cuando me uní a La Masia, no mucho después de aquel encuentro con Messi, en verdad lloré.
En mi defensa, tenía nueve años y quería quedarme con mis amigos en el Espanyol. Pero mi padre tomó la decisión y tengo que decir que finalmente supo lo que era mejor para mí.
Tengo muchos recuerdos increíbles de La Masia y el club siempre tendrá un lugar especial en mi corazón. Fue un privilegio el haber jugado allí. Es un punto de referencia para el resto del mundo del fútbol y cualquier niño daría lo que fuera por jugar allí, donde tantos grandes han llegado y aprendido el oficio.
Es un sitio especial.
Es un sitio de alto estándar.
Vamos, ¡es el Barcelona!
Había presión. Verdadera presión. Siempre había alguien mirando. Sabía que cualquier día podía llegar a ser el último.
Recuerdo claramente el final de mi primer año, cuando tenía 10 años, y nuestro equipo acababa de ganar la final de un torneo de juveniles contra el Atlético de Madrid en Andorra.
Nuestro entrenador nos hizo sentar a todos después del partido y nos fue preguntando todos, uno por uno, por qué pensábamos que merecíamos seguir en La Masia el siguiente año.
Tenía 10 años.
Estaba muy nervioso. No tenía idea qué decir. ¡Yo solo quería jugar!
Recuerdo estar escuchando mientras el míster daba vueltas alrededor del círculo, hasta que llegó mi turno. No tenía idea de cómo este momento podía afectar mi vida.
Cuando finalmente se me acercó, me preguntó: “Así que, Dani, ¿por qué crees que deberías seguir aquí en la próxima temporada?”.
...
Apenas balbuceé algo así como “Bueno, míster, ha sido una buena temporada, y creo que he mejorado en el transcurso del año…”
Me miró por un segundo y después dijo. “Sí, concuerdo. Muy bien, Dani”. Y luego continuó con el siguiente.
Así como así.
Poco después, todos recibimos la confirmación de que continuaríamos por otro año.
Estaba encantado, especialmente después de haber ganado el torneo. ¡Era como haber ganado un doblete!
En el Barcelona jugué en torneos fantásticos, conocí a personas increíbles y aprendí muchísimo. Incluso una vez me tocó jugar en el Camp Nou. En ese campo. Tierra santa. El sueño.
Entonces, ¿por qué he dejado este sitio increíble después de siete años?
Bueno, necesitaba un proyecto.
Y por supuesto, tratándose de mí, necesitaba jugar. Necesitaba el balón.
Al principio, en el club no creían que yo me marcharía.
Nadie deja el Barcelona por Croacia. Nadie. Simplemente no se hace.
Pero yo lo hice.
En cuanto mi padre me contó sobre la oferta, le dije: “Me marcho”.
Tan sencillo como eso.
No estaba asustado como cuando dejé el Espanyol por el Barça. No lloré. Ya había estado viviendo lejos de casa en La Masia. Necesitaba salir de mi zona de confort, y esto se sentía como el paso natural, incluso si solo tenía 16 años.
Mi padre me dijo: “Este equipo, el Dínamo de Zagreb, quiere hacerte su proyecto. Quieren apostar todo a ti”.
Eso era todo lo que necesitaba oír. No me importaba dónde estaba, ni que estuviera fuera de las cinco grandes ligas.
No sabía nada sobre Croacia, pero sí sabía que en el Barça corría riesgos de perderme en el sistema, de transformarme en un jugador más, sin un camino claro hacia el primer equipo.
En el Barça formaba parte del mismo grupo de edad de Carles Aleñá, Marc Cucurella, Carles Pérez. De ellos, ahora tan solo Aleñá sigue en Barça, aunque ha sido cedido a préstamo. El resto de los de mi grupo está en otros clubes, o en el Barça B.
Es muy difícil llegar al primer equipo.
El presidente del Dínamo Zagreb, Mirko Barišić, me dijo que iban a desarrollarme, ponerme en el primer equipo, darme experiencia en las competencias europeas y, además, que me harían el jugador más caro de la historia del club.
El Dínamo es famoso por traer jugadores jóvenes y venderlos con una ganancia a los grandes clubes de Europa. Hasta aquel entonces, la venta más grande había sido la de Luka Modrić al Tottenham por 16 millones de libras en 2008.
Siendo un adolescente, escuchar que alguien pone tanta confianza en ti, como para decirte que eventualmente podrías ser más valioso que Modrić… bueno, guau.
Me dio mucho entusiasmo.
Y tampoco me llevó mucho tiempo entusiasmarme con Croacia como país.
Es un lugar hermoso y aún lo considero mi segunda casa. En las vacaciones, cuando tengo un tiempo libre, tengo una opción: ir a España, donde está mi familia, o ir a Zagreb… ¡con mi otra familia!
Croacia es un país fantástico pero a la vez todavía es un país joven.
Aún quedan rastros del conflicto que sucedió no tan atrás en el tiempo, y mucha gente aún se sigue recuperando de la guerra. Esto es mucho menos visible en las ciudades más grandes, como Zagreb, pero cuando el Dínamo debía jugar en los pueblos más pequeños, cercanos a la frontera, las secuelas de la guerra todavía estaban presentes.
Cómo explicarlo… Es como si en aquellos lugares… respiraras un aire distinto.
En algunos pueblos, aún puedes ver los agujeros de las balas en las paredes y a los chavales jugando al fútbol en campos frente a edificios dañados por los bombardeos.
Esas imágenes quedaron grabadas en mi mente. Me han impactado.
Es duro hasta para mí hablar de ello, como alguien que lo mira desde fuera. Tienes que verlo. Tienes que vivirlo.
No fue solo la guerra lo que sucedió hace 30 años, sino también un conflicto étnico. Algo que ocurrió en memoria viva y que hizo trizas a las comunidades.
Personas que solían vivir lado a lado… de pronto se estaban matando.
Es muy duro lidiar con eso.
Como resultado, hay gente que se ha mantenido muy cerrada y reservada a la hora de hablar del tema. Algunos todavía no han superado del todo lo que ha ocurrido. Algunos no han podido seguir adelante.
Imagino que es la realidad de la guerra.
He aprendido más sobre la historia de Croacia a través del fútbol.
Mientras aprendía el idioma, también aprendía las canciones de los aficionados, y empecé a entender el significado detrás de las palabras. Hablaban de dolor, de sufrimiento y la añoranza de unidad cuando ya no la había.
Aquellas letras todavía me ponen la piel de gallina.
Además de haberme ayudado a comprender mejor una parte del mundo y una cultura que no conocía, Croacia también me ha dado algunos de mis mejores momentos como futbolista.
Gané el título de liga de Croacia, gané la Copa, jugué partidos muy buenos, y también logré mi primera convocatoria a la selección nacional.
Sobre eso, aún recuerdo a mi entrenador dándome la notica al finalizar un entrenamiento.
No podía creerlo.
Lo único que repetía era: “No puede ser… ¡No puede ser!”. El resto de los compañeros me hacían un pasillo, con la diferencia que, ya sabes, en lugar de hacerme una guardia de honor, aplaudiéndome… ¡me pegaban!
El Dínamo también cumplió aquella promesa de hacerme el traspaso más caro de la historia, cuando me fui al RB Leipzig.
Allí comenzó el siguiente capítulo de mi proyecto en el RB Leipzig, donde ya he logrado experimentar cosas fantásticas, y he tenido la suerte de trabajar con algunos de los mejores del mundo, como Julian Nagelsmann.
El míster me contactó personalmente, poco antes del traspaso de enero de 2020. Y debo decir que es uno de los que me convenció de venir a Alemania. Es un tío intenso, a veces también peculiar, jaja. Pero también una persona muy inteligente y apasionada, y un gran comunicador.
Para ser honesto, no estoy tan seguro de qué adjetivo sería el mejor para describirlo… Él es Nagelsmann. Intensidad pura, emoción pura. Es como… lo que sea que le surja, lo deja salir.
Y lo más importante de todo es que tú sabes lo que quiere.
Cuando me telefoneó, me dijo cuánto contaba conmigo y cómo podía ayudarme a que creciera y pasara de nivel en mi carrera.
Ningún otro club hizo algo así. Me recordó a los cinco años anteriores en el Dínamo, así que supe que era el proyecto correcto.
Y hasta ahora, ¡no me he equivocado!
Pero, por más fantástica que esta nueva etapa haya resultado hasta ahora, tengo que decir que quizás nada se compara con un partido de mi época en Croacia.
No puedo no contarte sobre…
Dínamo Zagreb contra Hajduk Split.
El derbi eterno.
Qué partido, vamos. ¡Es como el Clásico pero más intenso!
¿Cómo explicártelo? En Croacia, el Dínamo y el Hajduk son como el padre y la madre.
Es algo enorme. Todos eligen un bando. Nadie es neutral.
Cuando iba hacia el sur en Split, incluso fuera de la cancha, sentía cómo me observaban. Como si ni siquiera debiera estar allí. Como si estuviera detrás de las líneas enemigas o algo así.
A veces me decían cosas por la calle… ¡Y nada agradables! Digamos que no querían sacarse una foto conmigo, eh.
Pero fui afortunado de no haberme cruzado con ninguno de los ‘ultras’ reales cada vez que fui de visita.
Quizás tampoco contribuyó al humor general el hecho de que nunca perdimos contra el Hajduk en el tiempo que yo estuve allí, jajaja ;)
El derbi que más recuerdo fue un partido de liga, en casa, en el Maksimir Stadium en agosto de 2017, cuando apenas tenía 19 años.
Regresaba de una lesión y entraba y salía del equipo.
Habíamos jugado un partido en Europa a mitad de semana y el entrenador me había dado la posibilidad de jugar para volver a estar en forma… pero me terminaron expulsando. Es la única tarjeta roja que he recibido hasta ahora. No podía creerlo. ¡Si casi nunca siquiera me amonestaban!
Cuando iba hacia el sur en Split, incluso fuera de la cancha, sentía cómo me observaban. Como si ni siquiera debiera estar allí.
- Dani Olmo
Así que para el derbi, estaba nuevamente en el banquillo.
Pero en un momento del segundo tiempo, con el resultado 1-0 a favor, el míster decidió que saliera.
Era mi oportunidad.
Creo que mi vida pasó por delante de mis ojos mientras me preparaba para salir al campo en ese clima tan especial.
Unos minutos después, Hajduk empató después de un córner.
Las pulsaciones estaban a mil.
El técnico me había confiado este partido trascendental —el partido más grande que existe— y yo necesitaba aprovechar el momento.
Necesitaba el balón.
En el minuto 78, sucedió.
La jugada se inició por la derecha y llegó al centro.
Nuestro extremo chileno, Junior Fernández, intentó hacer una pared, pero un defensor interceptó la jugada cerca del área.
El balón quedó justo para mí. Perfectamente en su lugar. A 20 metros de la portería.
Le pegué fuerte y bajo.
El portero se lanzó, pero no había forma de que llegara al ángulo inferior hacia donde iba el balón.
Fue perfecto. Fue hermoso.
El estadio explotó.
Yo exploté.
Y me la pasaba repitiendo “Qué hermoso es el fútbol… Qué hermoso es el fútbol!”, mientras mis compañeros se me tiraban encima y celebraban.
¡Qué hermoso es el fútbol! ¡Qué hermoso es el fútbol!
No estoy seguro de cuántos de ellos habrán entendido, pero sí captaron el sentimiento. El fútbol es universal, después de todo.
Acabamos ganando 3-1, pero ese gol fue el momento en el que todo cambió para mí.
Fue como la confirmación de todas las decisiones que había tomado en mi carrera hasta ese momento, y me situó en el camino en el que estoy hoy en el RB Leipzig.
Y es uno de los momentos más felices de mi vida.
Hay tanta gente a la que agradecerle por esta historia hasta ahora, desde mi hermano, Carlos, y mi padre, Miquel, a mis técnicos en La Masia, a cada uno en el Dínamo por haber creído en mí y al RB Leipzig por darme mi siguiente proyecto, en el que me he sentido muy afortunado.
Pero de todas las personas y los lugares a los que le debe agradecer, Croacia está cerca del tope.
Es un país fantástico que me ha regalado cinco increíbles años, en el que el mejor club de esa tierra me transformó en su proyecto.
Le debo tanto a Croacia, mi segundo hogar.
Es por eso que quería involucrarme con el movimiento Common Goal.
Si no conoces sobre Common Goal, déjame contarte. Ahora soy uno de los 160 futbolistas (también hay técnicos, como el míster Julian Nagelsmann) que nos sumamos al proyecto y nos comprometimos a entregar el 1% de nuestros salarios para ayudar a diversas ONG de fútbol alrededor del mundo.
Su trabajo apoya a programas de fútbol juvenil en los cinco continentes. Mi donación apoya específicamente a un proyecto en los Balcanes llamado Cross Cultures Projects Association, que ayuda a las comunidades que aún están lidiando con los efectos posteriores de la guerra.
Más importante, la CCPA ayuda a que niños de la región tengan el derecho a una mejor infancia y a educación, sin importar la etnia o el género.
Al final, siempre son los niños quienes sufren más en un conflicto. Quiero ayudarles a que tengan las oportunidades que yo tuve y a que persigan el sueño de seguir el balón, adonde sea que les lleve.
Justo como conmigo.
Como proyecto, no podía pedir uno mejor.
Empecé este texto con tu pregunta para mí. Lo terminaré con una pregunta mía..
¿Qué tan hermoso es el fútbol?