Mi Botín de Oro
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A finales de 2017, mi representante recibió una novedad interesante. Para ser sincero, yo andaba un poco distraído, porque estábamos peleando el campeonato uruguayo con Peñarol. Había jugado en ese club desde que tenía 10 años, así que ganar ese título significaba muchísimo para mí. Pero mi representante me decía que tenía una posibilidad real de irme a jugar a otro club.
Me dio un poco de curiosidad. Entonces empecé a hacerle algunas preguntas.
Como por ejemplo, “‘¿Cómo es el estadio?”
“¿Qué tal el campo de entrenamiento?”
Y me dijo que, bueno… que todavía no había estadio.
Y tampoco había campo de entrenamiento.
Pensé… Uh… esto sí que es raro...
Pero después entendí que estábamos hablando de un club completamente nuevo que se llamaba Los Angeles Football Club, que todas estas cosas estaban definiéndose y que yo tendría la posibilidad de escribir una historia diferente. Así que viajé para reunirme con los dirigentes del club, y quedé gratamente impresionado. Pensé que era una gran oportunidad para seguir aprendiendo y creciendo. Y al final, acepté la oferta.
Nunca me arrepentí de esa decisión.
De hecho, se dio todo a la perfección. Justo antes de irme pude ganar el campeonato con Peñarol. Y en mi debut para LAFC convertí el primer gol en la historia del club. El año pasado ganamos el Supporters’ Shield, un momento hermoso. Y este año, con la ayuda de mis compañeros, gané el Botín de Oro MLS 2020, que Audi le entrega al goleador del campeonato, con 14 goles en 19 partidos. Recibir ese premio fue un inmenso honor, especialmente porque era mi primer Botín de Oro. Esperemos que no sea el último.
Ahora mismo me siento como un jugador importante de la liga, aunque tengo apenas 22 años. Las cosas van muy rápido. Hasta no hace mucho yo era el niño que quería aprender de los profesionales.
Ahora soy yo el que tiene que estar ayudando a los jóvenes.
Así que me interesé por ver quiénes son los que llegan de las divisiones inferiores. Siento que una de las características de los grandes jugadores es su habilidad de hacer que todos se sientan incluidos. Me di cuenta por mí mismo en octubre cuando —por primera vez— me llamaron a la Selección de Uruguay, para las Eliminatorias del Mundial. Cuando llegué estaba nervioso, porque estaba a punto de encontrarme con algunos de los ídolos de mi niñez, como Edinson Cavani, Luis Suárez y Diego Godín… pero eran tan humildes. Me hicieron sentir como si yo hubiera sido parte del equipo toda la vida. Mis nervios desaparecieron rapidísimo.
Hoy, cuando veo a la academia del LAFC, hay tres jugadores que sobresalen: Erik Dueñas, Christian Torres y Tony Leone. Los tres tienen 16 años. Erik y Christian ya jugaron en Primera en la MLS. Los tres tienen un futuro muy prometedor.
Pero ser una promesa vale poco si uno no da los pasos correctos. Y como alguien que proviene de otra academia -aunque sea una muy distinta- tengo algunas cosas que querría compartir.
Creo que una de las cosas más importantes cuando eres un juvenil es saber entender dónde estás. Debes entender que llegaste a un lugar que es importante, y que esta es tu única chance para aprovechar. Esto puede ser un poco más complicado de llevar a cabo en los Estados Unidos, porque los jóvenes se desarrollan en un ambiente muy profesional, al menos comparado con Uruguay. Por ejemplo, un gran talento aquí ya tiene los últimos zapatos y ya firmó un contrato, aunque esté en las inferiores. Esto puede contribuir a que alguno dé por sentado algunas cosas y se relaje, y que el jugador termine perdiendo el hambre.
Y esto está entre las peores cosas que le pueden pasar a un gran talento.
Esta es la razón, me parece, para entender por qué Uruguay produce tantos futbolistas, a pesar de ser un país pequeño. Tenemos una población de tres millones y medio de personas, menos que Los Ángeles. Tenemos que trabajar duro, porque nada llega fácil en Uruguay. No estoy diciendo que el nuestro sea un mejor modo que el americano. Son dos culturas diferentes. Pero me doy cuenta de que la mentalidad uruguaya puede ser muy útil en el campo.
Por ejemplo, como juvenil en Uruguay uno tiene que dejarlo todo para que le den un par de zapatos. En las inferiores de Peñarol normalmente tenía que usar zapatos prestados. Incluso los que te daban ya estaban todos gastados. Quizás éramos 20 jugadores compartiendo un vestuario que tenía espacio para la mitad de nosotros. Las duchas tenían sólo agua fría, y a veces, ni siquiera había agua. Nunca reaccioné a nada de esto. Era lo normal en ese momento.
Otra parte importante del fútbol uruguayo es la competitividad. Desde el momento en que empezamos, con 5 o 6 años, jugamos contra otros niños de la misma edad. Lo llamamos baby fútbol. Hay torneos y trofeos, y cada fin de semana se trata de ganar.
En poco tiempo ya tienes este deseo, esta necesidad por ganar. Y como jugador, esto te ayuda muchísimo.
En lo que a mí respecta, esa obligación por ganar se hizo más fuerte a medida que iba creciendo. En Peñarol era parte del ambiente. Peñarol es el club más exitoso de Uruguay, y una vez que entraste allí te dirán todo sobre la historia, los títulos y los jugadores legendarios. Te hacen sentir que jugar para Peñarol conlleva una responsabilidad extra, lo que es cierto. Así que ni siquiera eres un adolescente y ya te dicen que tienes que ganar cada partido. Eso te provoca algo.
Peñarol es un club muy loco. Para cuando tenía 15 años, ya estaba jugando con las tribunas llenas e hinchas que cantaban y gritaban. Para ser bien claro: no era la Primera de Peñarol, eran sólo partidos de las divisiones inferiores.
Cuando finalmente debuté en Primera, parecía como si toda mi existencia se centrara en ganar. Me daba cuenta de que lo que hacía en la cancha, y también fuera de ella, influía en las vidas de tanta gente. Cualquier cosa que no fuera una victoria era un desastre. La presión era enorme. Esta clase de intensidad tiene algo muy lindo, como cuando entras en un estadio dos horas antes del partido y los hinchas ya están allí. O cuando te vas de la concentración del equipo y están alentando en la puerta del hotel. También hay un lado menos placentero, como cuando pierdes un partido y no se puede salir a la calle porque los hinchas pueden recriminarte algo. En cualquier caso, uno aprende.
Una de las primeras cualidades que desarrollé fue el saber quedarme tranquilo sin importar lo que pase. Todavía lo tengo. Si meto tres goles, no me la creo. Si erro 9 en un partido, no me bajoneo. Mantengo mis emociones estables. Creo que esa manera de ser me permitió marcar goles con cierta regularidad, y eso es importante, porque ser consistente hace que uno gane títulos.
Entendí eso cuando gané el campeonato con Peñarol.
Desde entonces intenté utilizar mi experiencia en Uruguay para ayudar al LAFC lo más posible. El Supporters’ Shield fue un gran triunfo. Este año también hicimos nuestro debut en la Champions League de la CONCACAF, y jugaremos los cuartos de final contra Cruz Azul la semana que viene. Espero que los aficionados vean un equipo joven, con mucho talento y mucha clase, y con muchos deseos de ganar el título. Creo que es justo lo que verán.
También espero que los jóvenes que vienen de la academia sigan llegando al primer equipo. Si pudiera darles un consejo más, les diría que no pierdan un día de entrenamiento porque en el fútbol, un día es mucho. Otra cosa es que ni una victoria ni una derrota debería hacerles perder el foco, que es tratar de ser mejores cada día. Eso es crucial.
Y por supuesto, espero que siempre mantengan la humildad, sin importar qué tan lejos lleguen. Si aprendí algo, es que la humildad y el hambre son las dos grandes claves del éxito.
No sólo en el fútbol, sino en la vida.
Las academias de la MLS han sido identificadas como uno de los recursos más importantes para producir talentos en Norteamérica. A través de la iniciativa Audi Goals Drive Progress, Audi se comprometió a aportar $1 millón por temporada en un esfuerzo para potenciar las academias en toda la liga y generar progresos para el deporte. En reconocimiento al Botín de Oro de Diego Rossi, Audi también contribuyó directamente con $20,000 a la academia del LAFC.